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domingo, 27 de febrero de 2011

El arma de la vergüenza

El pasado 25 de enero, la presidenta de Liberia Ellen Johnson Sirleaf, recibía el Premio Africano a la Igualdad de Género (AGA, en siglas inglesas) por “haber aplicado en Liberia las convenciones internacionales sobre igualdad de oportunidades y por haber protegido los derechos de las mujeres”. Los organizadores del AGA destacaron las políticas introducidas por Sirleaf en el sector educativo y, especialmente, el apoyo garantizado a las madres que no son capaces de mantener económicamente a sus propios hijos.

La importancia de este galardón no calma, sin embargo, el dolor y la rabia que siento por los actos de violencia cometidos contra las mujeres en otras partes de África, especialmente en la República Democrática de Congo, donde la violencia sexual ha sido y sigue siendo la peor y más vergonzante arma de guerra utilizada por todos los beligerantes en el este del país.

Según el informe publicado el año pasado por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la violencia en la República Democrática de Congo entre 1993 y 2003, las mujeres pagaron un “tributo particularmente duro a causa de su vulnerabilidad socioeconómica y cultural que ha favorecido formas de violencia extremas; una violencia acompañada del uso sistemático de la violación y de las agresiones sexuales cometidas por todas las fuerzas combatientes”. Y lo que es más grave, el informe pone en evidencia “el carácter recurrente, generalizado y sistemático de las violaciones”.

En total son más de 200.000 los casos contabilizados en los últimos 15 años. El último episodio tuvo lugar el pasado 1 de enero, cuando soldados del Ejército congoleño violaron a más de 50 mujeres en represalia por el supuesto linchamiento de uno de los suyos. Si ya es repugnante y vergonzosa de por sí cualquier agresión sexual contra mujeres indefensas, más repugnante es el uso de la violación como arma de guerra con el fin de humillar y vejar al enemigo, de desmoralizarlo atacando al pilar fundamental de la sociedad y la familia. O, lo que aún es peor, usar la violación con la intención de transmitir intencionadamente el VIH, asesino silencioso que mata a largo plazo de manera discreta, pero efectiva. Según el programa de salud de la R. D. de Congo, al menos el 20 por ciento de las mujeres del este del país están infectadas.

A pesar de todo, y sin obviar las terribles secuelas físicas y psicológicas de semejante barbarie, la mujer africana sigue siendo poseedora de una enorme dignidad y una conciencia de su propio papel en la familia y en la sociedad. Me alegra enormemente ver en el continente a mujeres  con una gran capacidad de liderazgo, fuertes de carácter y que no se amilanan ante ninguna dificultad. Ellas son las que están llevando adelante la vida del continente. A todas ellas -las que ven su cuerpo transformado en un campo de batalla y las que transmiten vida y solidaridad frente a la muerte, la marginación y la violencia-, todo mi respeto y admiración.

lunes, 21 de febrero de 2011

El desparpajo de Myriam

A caballo entre la Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas -celebrada hace una semana- y el Día Internacional de la Mujer -que se celebrará dentro de poco- me viene a la memoria la historia de Myriam, una joven de Doba (Chad) cuyo empeño y determinación son dignos de admirar.

Cuando era muy niña tuvo la poliomielitis, esa maldita enfermedad que se puede evitar con una simple vacuna, erradicada desde hace décadas de nuestras latitudes, pero que en África sigue causando estragos y arruinando la vida de miles de niños y adolescentes. Myriam no tuvo la suerte de poder vacunarse y la enfermedad la dejó paralítica de cintura para abajo. Con todo, se considera afortunada, porque es una de las pocas personas minusválidas que pueden presumir de tener una silla de ruedas gracias, como no, a la ayuda de la Iglesia católica de Chad.

Cuando vino a verme me sorprendió su sonrisa y su determinación. No es normal ver en Chad a una persona que, siendo mujer y además minusválida, se desenvuelva con tal desparpajo. Sin tapujos y sin rodeos vino a decirme que quería montar una pequeña empresa de bordado para ganarse la vida, pero que no tenía dinero para empezar. "Mis piernas están muertas -me dijo-, pero mis manos son hábiles y puedo trabajar". Como prueba de ello me mostró unos pañuelos que ella misma había bordado. Ganas y entusiasmo no le faltaban. De lo que no disponía era de dinero para empezar. Por eso quería venderme los pañuelos. Me pedía por ellos 5.000 Francos CFA (algo menos de 10 euros).

Mirado en términos europeos, 10 euros era una miseria; pero analizado en términos del nivel de vida de Chad, era un precio desorbitado (suponía el equivalente al sueldo de diez días de trabajo). Como es costumbre en África, pasé un buen rato discutiendo el precio con ella; pero a diferencia de las mujeres que venden sus productos en el mercado, Myriam no se apeó de sus trece. Necesitaba el dinero para comprarse agujas, unas tijeras y algunos ovillos de hilos de colores. Ese era el precio y de ahí no se bajaba.

Después de mucho discutir, llegamos a un acuerdo. Yo le daba los 5.000 Francos pero como préstamo, con la condición de que me los fuese devolviendo a medida que su pequeña empresa de bordado fuese produciendo beneficios -sinceramente he de reconocer que se los di sin la esperanza de recuperarlos-. Ni qué decir tiene que aceptó encantadísima, y como prueba de su buena voluntad, me "regaló" los pañuelos que quería venderme. Cuando se fue, me quedé mirando los pañuelos y riéndome de mi mismo. "Al final se ha salido con la suya y me los ha encasquetado", pensé. Algo me decía que las cosas le irían bien, porque no tenía un pelo de tonta y sabía muy bien vender su producto.

Mi sospecha se confirmó un par de meses después. Myriam volvió a visitarme y no sólo me devolvió los 5.000 francos sino que me obsequió con un precioso mantel con sus correspondientes servilletas. Todo bordado con un gusto y una calidad exquisita. Viendo la calidad y belleza del bordado y el trabajo que le debió de costar hacerlo, acepté el mantel con gusto y le devolví los 5.000 Francos diciéndole "los pañuelos que me encasquetaste la otra vez no lo valían, pero este mantel vale mucho más que esos 5.000 francos. Quédatelos, porque te los has ganado".

Con la misma determinación de la primera visita, se negó a coger el dinero. "Un trato es un trato, yo soy mujer de palabra. Tú me prestaste ese dinero y yo te lo devuelvo, eso fue en lo que quedamos". Acto seguido abrió su mochila y sacó otro mantel, más hermoso aún que el que me había regalado. Me lo enseñó y esbozando una sonrisa llena de picardía me dijo: "¿Te gusta? si lo quieres, te lo vendo por sólo 5.000 Francos, por ser para ti".
Qué queréis que os diga, no fui capaz de decirle que no.


miércoles, 16 de febrero de 2011

Cosas de la edad

No hace mucho quise hacer en este blog un pequeño homenaje a mi amigo Luigi, un misionero italiano, viejo lobo de mar con más de ochenta tacos a sus espaldas, pero al que los años no han quitado un ápice de la lucidez y gran sabiduría que tienen todos los ancianos. Tuve la suerte de convivir seis años con él, durante buena parte de los cuales fuimos los únicos miembros de la comunidad. Él con sus setenta y pico primaveras y yo todavía disfrutando por entonces de la treintena -¡dónde va ella!-. Formábamos un equipo un tanto especial, pero que se complementaba milagrosamente bien. En esta ocasión quiero contar una de tantas anécdotas que marcaban nuestro vivir cotidiano.

Durante el tiempo que viví en Chad, sufrí en mis propias carnes -que no eran muchas, por cierto-, los efectos del calor. Mi principal problema siempre fue la deshidratación. Sudé lo que nunca he sudado en mi vida. Perdía líquidos a chorros y constantemente necesitaba beber. Y por si fuera poco, la falta de sales minerales hacía que por mucha agua que bebiese, siempre tenía sed. Mi buena madre, preocupada porque su hijo se estaba quedando en los huesos, me envió una receta que le pidió a su médico de cabecera para que pudiese fabricarme un suero de rehidratación casero, a base de bicarbonato, sal, azúcar y zumo de limón; sencillo de preparar y cuyos ingredientes eran fáciles de encontrar en Chad.

Pero lo más incómodo era tener que levantarme por las noches. No era raro que me despertase tres o cuatro veces envuelto en un charco de sudor, con la boca reseca y el cuerpo molido y pegajoso, no sé si por el calor, por la falta de agua o por las dos cosas a la vez. Siempre me llevaba a mi cuarto un termo con dos litros del citado suero casero. El termo lo mantenía fresco, aunque apenas me duraba un par de horas. No era raro que a las tantas de la madrugada me tuviese que levantar para rellenarlo. Salía de mi cuarto e iba al comedor, donde teníamos un viejo frigorífico que era -cómo no- el electrodoméstico más apreciado de la casa, y eso que de eléctrico no tenía nada, porque era de esos que funcionan con una bombona de butano. La única electricidad que teníamos eran las pilas de la linterna y los dos paneles solares que cargaban una batería para tener algo de luz en las habitaciones.

La historia viene porque muchas veces me encontraba con Luigi en el pasillo. Al principio parecía pura coincidencia. Nos decíamos mutuamente -más dormidos que despiertos- algo así como "mmnas noches" y cada uno retornaba a su cuarto. Pero llegó un momento en que aquello de cruzarnos en el corredor a altas horas de la madrugada se hizo tan frecuente que pasó a ser una costumbre. Una noche Luigi se paró, me miró y me preguntó intrigado: ¿Qué haces levantado siempre a estas horas?

-Voy a beber. Le respondí. Este calor no me deja dormir y el agua fresca del termo no me dura nada. ¿Y tú? le respondí con la misma curiosidad.

Se echó a reír, me dio una palmadita en el hombro y me dijo con toda la naturalidad del mundo: "Yo, a mear, amigo mío, yo a mear. Cada uno con lo suyo. Son cosas de la edad".

lunes, 7 de febrero de 2011

La mejor inversión

Esta semana se celebra la Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas con un lema -“Su mañana es hoy”-, que hace referencia al cuarto Objetivo del Milenio: reducir la mortalidad infantil.

El último informe de Naciones Unidas sobre el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, publicado el año pasado, indica que la situación de los niños ha mejorado en algunos aspectos: se han incrementado las tasas de vacunación contra algunas enfermedades, se han adoptado medidas preventivas y terapéuticas contra el VIH/sida y el suministro de nutrientes para evitar a corto plazo la desnutrición infantil está siendo efectivo.

A pesar de ello, se nos siguen muriendo diariamente más de 24.000 niños menores de cinco años, unos 17 cada minuto, la mayoría de ellos durante el primer año de vida (en el tiempo que emplees en leer este blog, se habrán muerto unos 50). Es triste ver estas cifras, pero más triste es constatarlas en la realidad. Durante los ocho años que pasé en Chad, raro era el día que se me moría alguno en la parroquia. Siempre me sentí impotente y lleno de rabia por dentro, especialmente cuando el niño podía haberse salvado si sus padres hubiesen dispuesto de los medios necesarios.

Según UNICEF, el 70 por ciento de esas muertes se producen por diarrea, paludismo, neumonía, infecciones neonatales, parto prematuro y falta de oxígeno al nacer; siendo la principal causa de esas enfermedades la desnutrición y la falta de agua potable y de un saneamiento adecuado, todas ellas causas que podrían evitarse fácilmente.

Para Manos Unidas, afirmar que “el mañana de los niños es hoy” implica tomar en serio la vulnerabilidad de su vida. Si las causas de tantas muertes están relacionadas entre sí, también tienen que estarlo las soluciones. Invertir en el futuro de los que tendrán en sus manos el destino de la humanidad supone dedicar cuantas energías sea posible para que ya su presente sea un poco mejor.

Es escandaloso y triste constatar que, mientras los Gobiernos de los países ricos siguen dedicando enormes cantidades de dinero para los llamados rescates financieros, recortan cada vez más las ayudas al desarrollo con la excusa de que hay que reducir gastos para disminuir el déficit.

Vivimos en un mundo que funciona, desgraciadamente, al ritmo que marcan los indicadores económicos. Constantemente vemos en los medios de comunicación noticias sobre la crisis económica, los vaivenes de la Bolsa, los índices de riesgo o la deuda pública, como si fuesen ellos los señores de nuestro futuro. No pretendo banalizar la economía, cuyo papel en la vida de toda sociedad es fundamental. Debemos preocuparnos cuando esos indicadores son alarmantes y es responsabilidad de los Gobiernos hacer todo lo posible para enderezar la situación. Pero me niego a que se sacrifique el presente -y sobre todo el futuro- de los que vienen detrás por la simple e injusta razón de que las instituciones financieras, los grandes bancos o los especuladores han buscado siempre su único y exclusivo beneficio de la manera más inmoral con la confianza de que "ya vendrá papá Gobierno para rescatarme".

Sudán Meridional ha optado ya oficialmente por la secesión. La independencia traerá consigo grandes retos y un futuro no menos incierto. Los que serán sus dirigentes el día de mañana son los que hoy luchan por sobrevivir. Los niños sudaneses de hoy son los que tendrán que sacar el país adelante. Si no les garantizamos un presente digno ni una educación de calidad, pasarán veinte años y Sudán -como otros muchos países de África y del Tercer Mundo- seguirán postrados en la pobreza y la miseria.

El artículo 27 de la Convención de los Derechos de los Niños afirma que los principales responsables del desarrollo del niño son sus propios padres. Pero añade de manera clara que “los Estados adoptarán medidas apropiadas para ayudar a los padres y hacer efectivos esos derechos y, en caso necesario, proporcionarán asistencia material y programas de apoyo, particularmente con respecto a la nutrición, el vestuario y la vivienda”. De cara al futuro, esta es, sin duda, la mejor inversión.

miércoles, 2 de febrero de 2011

XXIII Encuentro Antropología y Misión


Mons. Arellano, Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2010
La revista Mundo Negro acaba de convocar su XXIII Encuentro de Antropología y Misión, que se celebrará en Madrid los días 5 y 6 de febrero. Con este motivo, ha concedido el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2010 a Mons. Eugenio Arellano, vicario apostólico de Esmeraldas, en Ecuador, por su enorme labor y su gran compromiso solidario en favor de la población afro- ecuatoriana.

Mons. Eugenio Arellano, misionero comboniano nacido en Corella (Navarra), ha dedicado prácticamente toda su vida apostólica al pueblo afroecuatoriano, sobre todo desde que en 1995 fue nombrado vicario apostólico de Esmeraldas, una región del norte de Ecuador, bañada por las aguas del Océano Pacífico, cuya población es mayoritariamente negra.

Hombre afable y de ideas claras, Mons. Arellano integra en su persona rasgos de poeta, místico y profeta. Es, ante todo, un pastor al que le gusta estar cerca de la gente, con la que comparte alegrías y tristezas, luchas y esperanzas. Por eso no duda en salir a la calle para organizar y encabezar manifestaciones en favor de los derechos de los más pobres, aunque ello le suponga críticas o acusaciones por parte del poder. Su lenguaje es claro y directo, denunciando las injusticias que ve y buscando siempre caminos de reconciliación.

Desde su nombramiento como obispo, Mons. Arellano no ha cejado en su empeño de promover y defender los derechos de los afroecuatorianos. Una prueba de ello es la publicación en 2009, en colaboración con el Centro Cultural Afroecuatoriano, de la Enciclopedia del Saber Afroecuatoriano, una recopilación de materiales educativos y pedagógicos que giran en torno a la historia, la identidad cultural y los saberes tradicionales de las comunidades negras de Ecuador.


PROGRAMA

SÁBADO, 5
* Mundo Negro y el Año Internacional de los Afrodescendientes
P. Ismael Piñón, director de Mundo Negro

* Situación de los Afrodescendientes americanos: Balance y desafíos
Guillermo Ponce, presidente de la Federación de Afrohispanos

* Mesa redonda: "Afroamericanos hoy"
Carlos Moreira da Silva, Afrobrasileño
Luis Alberto Alarcón, Afrocolombiano
Miriam Jiménez Sosa, Afrodominicana

* La realidad de la Pastoral Afro: Retos y perspectivas
P. Rafael Savoia, misionero comboniano y experto en Pastoral Afro

* Con los Afros de Esmeraldas (Ecuador)
Mons. Eugenio Arellano, vicario apostólico de Esmeraldas (Ecuador)

* Entrega del PREMIO MUNDO NEGRO A LA FRATERNIDAD
Mons. Eugenio Arellano


DOMINGO, 6
EUCARISTÍA DE SOLIDARIDAD CON EL 
VICARIATO APOSTÓLICO DE ESMERALDAS (Ecuador)


Fechas: 5 y 6 de febrero de 2011.
Lugar: C/ Arturo Soria, 101 – 28043 Madrid.
Metro: Arturo Soria (Línea 4).
Autobuses: 11, 70, 114, 115, 122 y 200.
Más información: 91 415 24 12
mundonegro@combonianos.com