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sábado, 2 de julio de 2016

Llegaron las lluvias



Hace mucho que no escribo en este blog, ha llovido desde entonces, y nunca mejor dicho, porque aquí cuando llueve, llueve de verdad. Lo cierto es que las dificultades para conectarse a internet y, sobre todo, para subir el más pequeño fichero desaniman a cualquiera a intentarlo. De todas formas, aquí estoy de nuevo, armándome de paciencia y aprovechando que el año pastoral ha terminado y que ahora dispongo de más tiempo libre, aunque no demasiado -para los enfermos y los pobres no hay vacaciones-, siempre hay algo que hacer y gente que atender.

El mes de junio ha llovido bastante, lo que ha aliviado mucho el calor insufrible que tuvimos que soportar en abril y mayo. Lo malo es que con las lluvias llegaron también los mosquitos, transmisores de la malaria, muy extendida por estas latitudes. De momento no me quejo, por ahora me voy librando de ella.

El año pastoral fue intenso, lleno de actividades, de experiencias, de vivencias ricas y llenas de humanidad. Acabamos de tener el Consejo Pastoral Parroquial para evaluar el año y el balance es bastante positivo, no solo en cantidad de cosas hechas, sino también en calidad y compromiso de los cristianos. Hemos tenido 140 bautismos y 41 confirmaciones, amén de las actividades relacionadas con este Año de la Misericordia propuesto por nuestro Papa Francisco. En ese aspecto no puedo más que alegrarme y agradecer a Dios por todo lo vivido: gente que no se hablaba y que han hecho las paces, cristianos que habían abandonado la Iglesia y que han decidido regresar, hombres y mujeres víctimas de las más innobles injusticias que han mostrado un espíritu reconciliador…. Todo un regalo que te hace pensar cada día con más fuerza que merece de verdad la pena ser y sentirse hijo de Dios. 

Recuerdo cuando fui a visitar a una pobre mujer centroafricana que perdió en un solo día a cuatro miembros de su familia por la violencia que reina en Centroáfrica: dos hermanos degollados por los rebeldes de la Seleka, su madre ciega cayó a un pozo al intentar huir y murió ahogada y su tío sucumbió a una subida brusca de tensión a causa del impacto emocional. Fue un golpe durísimo para ella. Mientras me lo relataba, pensaba en el pobre Job, que cuando aun no habían terminado de contarle una tragedia llegaba un nuevo mensajero con otra. Me maravilló su paz interior y su confianza. Sin rencor, sin ánimo de venganza, sólo llora por que la paz vuelva a su país. 

Leímos juntos las palabras de San Pablo a los Corintios: "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de Misericordia y Dios de todo consuelo. Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios". Colabora en la parroquia visitando y llevando la comunión a ancianos y enfermos, llevando consuelo y aliento a mucha gente. Le dije que ahora es ella la que recibe ese consuelo y aliento de Dios. Fue un momento de oración que me llenó por dentro, de verdad, especialmente por su fe y su confianza en ese Dios que es padre de todos. ¿Cómo es posible que una persona que haya pasado lo que ella sólo tenga palabras de confianza y en lugar de pedir venganza sólo pida la paz para que nadie más sufra lo que ella ha sufrido? Con parroquianos así me siento cuestionado y llamado a ser cada día más un misionero de la Misericordia.

Y para poner la guinda al pastel, mis bodas de plata sacerdotales. En estas fechas se cumplen 25 años de mi ordenación sacerdotal, 25 años ya… el tiempo pasa de verdad volando. Celebrarlo aquí es un regalo añadido a los muchos que he recibido desde que regresé a Chad en 2014. 
Ahí os dejo esa foto tomada el día de Pascua. Son las bailarinas que animan los cantos de la Misa con sus danzas. Lo de sus vestidos juro que no fue idea mía, pura coincidencia, pero que me alegra porque me recuerda mi añorada Galicia… Quizás un guiño más de ese Dios tan cercano que tenemos.