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martes, 14 de noviembre de 2017

... Y llegaron los Reyes Magos


Aquí en Chad no hay la tradición que tenemos en España de celebrar la fiesta de los Reyes Magos, ni de las cabalgatas, ni de pajes y camellos… Bueno, camellos sí que hay unos cuantos, pero no transportan precisamente juguetes para los niños.

Esta mañana, cuando fui a la escuela para distribuir los libros que generosamente nos ayudó a comprar la parroquia de Ortoño, en Galicia, creí por un momento que los Reyes habían llegado al Chad. No había más que ver las caras llenas de ilusión de los niños mientras abrían los libros y descubrían mil y una maravillas en su interior. Imágenes, letras, dibujos, la “a”, la “o”, la “m”, la “l”… un perrito, una casa, un árbol… todo un mundo fantástico que descubrían por primera vez y que sin duda alimentará aun más las ganas ya de por sí naturales que tienen de aprender.

No hace mucho contaba en este mismo blog nuestras aventuras y desventuras con respecto a los manuales escolares y la desfachatez de algunos que se aprovechan de ello para enriquecerse a costa de la educación de los más pequeños. La sensación de frustración y enojo que sentí entonces se ha transformado hoy en ilusión y agradecimiento a Dios y a esa buena gente de Ortoño, con su párroco a la cabeza, que nos han dado este hermoso regalo de reyes, aunque apenas estemos en noviembre. Con esos libros podrán ahora aprender a leer y escribir en condiciones, y lo más importante, que cada niño tendrá su libro, cosa impensable en un país como este.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Bendita bandera

Mientras en España suma y sigue la cuestión de Cataluña, aquí esta semana tuvimos un acontecimiento muy importante: la izada de la bandea nacional en la escuela. Aquí cada escuela tiene su bandera, es algo de lo más normal. Más que normal, diría yo. Una escuela sin bandera, no es una escuela «completa».

Los lunes por la mañana hay una ceremonia durante la cual los niños izan la bandera al tiempo que aprenden los valores nacionales y cantan el himno nacional; y los viernes, antes de regresar a casa, se baja y se guarda hasta el lunes siguiente.

Mientras yo estaba ensimismado y pensando en los libros, los juguetes, los bancos, los cuadernos, etc., etc., las maestras no hacían más que insistirme en que faltaba la bandera, que sin la bandera la escuela no estaba completa. No le daba mucha importancia, pero al final caí en la cuenta de que tenían razón. Según me comentaron, es importante porque los lunes, cuando se hace la pequeña ceremonia de izado se explica a los niños los valores nacionales, los que rezan en el slogan nacional (Unidad, Trabajo, Progreso). Entendido desde España puede parecer adoctrinamiento o algo del pasado, pero viéndolo desde aquí, es muy importante. Esas tres palabras dicen mucho y los maestros tienen muy asumido que hay que inculcar a los niños esos valores, y el izado de la bandera nacional es un buen medio para ello.

Chad es un país que ha vivido una guerra civil cruenta y fratricida, un país formado por una enorme variedad de grupos étnicos, clanes, razas, culturas, lenguas…. Vamos, que España a su lado es un pequeño país compuesto solo de 15 regiones y con tres lenguas reconocidas además del Español (Chad tiene más de 300 lenguas y dialectos). Por eso es importante que los niños asuman la importancia de la unidad, de vivir juntos siendo diferentes, de saber apreciar al otro sin renunciar a la propia cultura, de defender y valorizar las raíces propias al tiempo que se sienten como parte de un mismo pueblo o país con un destino común (progreso a través del trabajo, según el slogan nacional).

¿Qué diríamos los españolitos si en nuestras escuelas primarias todo los lunes los niños aprenden el himno nacional (bueno, la melodía, porque lo de la letra es cosa complicada) y si se enseña a los niños lo que son los valores nacionales de unidad, de progreso, de trabajo, de honestidad….? nos tacharían de fascistas, seguro. Yo mismo confieso que me cuesta asumir que eso aquí es no solo bueno, sino necesario, pero este es otro país, aquí la realidad es otra, la historia del Chad no es la historia de España, y si hay algo que une a todos los chadianos es precisamente la bandera nacional. Bendita bandera….

domingo, 24 de septiembre de 2017

Ya tenemos escuela…. ¿estás seguro?



Pues sí, nuestra escuela ya es una realidad. Vaya desde aquí y en nombre de nuestros niños un gracias de corazón a todos los que lo han hecho posible. Explicar con palabras lo que se siente al ver a esos críos tan contentos estrenando su nueva clase es imposible.

Sin embargo, no todo está hecho, ni mucho menos. Estas últimas semanas he podido darme cuenta de que poner en marcha una escuela no es solo construir las aulas y ya está. Hay mil y una cosas, cientos de detalles, algunos grandes, otros pequeños, que se te escapan cuando eres novato en estas cosas y que solo con el tiempo y a medida que los vas enfrentando vas aprendiendo y siendo consciente de que una escuela en este rincón del mundo exige muchas cosas, no solo dinero.

Lo primero fueron esas pequeñas cosas con las que tú no cuentas, pero que la monja, la directora, experta ella en estas lides, te va diciendo. Hay que comprar escobas y fregonas para limpiar las aulas, hace falta un pequeño tablón de anuncios en cada clase para que los maestros puedan colgar las notas, informaciones, etc.; un pequeño tablero en el que colgar las llaves de las aulas, del almacén, del despacho… También se necesitan algunos cubos para el agua, algún banco o silla para acoger a las visitas que puedan venir; todo eso sin contar con el material escolar propiamente dicho, tanto para los alumnos como para los profesores (bolígrafos, lápices, papel, reglas de madera, borradores para los encerados…). Cada día aparecía una nueva cosa. Ya he perdido la cuenta de los viajes que me he pegado para ir al mercado del centro de la ciudad, donde –por suerte– se puede encontrar todo eso.

Pero lo más duro estaba por venir. Aun no me he repuesto de la indignación que me causó, y eso que llevo ya muchos años en estas latitudes y ya debería estar curado de espantos. Cuando fuimos a buscar los libros para los niños, me encontré un montón de sitios en los que los vendían. Lo curioso (por decirlo de alguna manera) es que todos los libros tienen una gran etiqueta en la portada con letras rojas que dice “prohibida su venta”. En principio los libros son subvencionados por el Ministerio de Educación y deben ser gratuitos, pero ya se sabe, aquí, como me decía el comerciante, “cada uno se las arregla como puede para ganar algún dinero”. Tras discutir con el tipo, conseguí que me dejara los libros al precio de 3 euros la unidad. Y no me quedó otra que ceder. Aquí las cosas funcionan así, o pagas o tus niños no tendrán libros para aprender a leer y escribir.

Pero ahí no acabó la historia. Al llegar a casa  y abrir los libros para ponerles el sello de nuestra escuela y evitar así que sean robados y vendidos una vez más, nos dimos cuenta de que muchos de ellos ya tenían el sello de otra escuela. Habían sido o robados o “desviados” y puestos en el mercado sin el menor escrúpulo. Indignante ¿verdad? Pues os cuento más. Cuando los compré, el comerciante no tuvo ningún problema en hacerme una factura con todas las de la ley. Me quedé a cuadros. No sabía si reír, llorar o echar las manos a la cabeza. Sí, así funcionan las cosas. Te venden mercancía robada y encima te dan una factura para que justifiques cómo, cuándo, a quién y dónde los has comprado. Difícil de asimilar para una mentalidad europea y occidental como la mía, pero así es.

Al día siguiente me fui a ver al comerciante y le dije que o me devolvía el dinero y se quedaba con los libros o me iba derechito a la comisaría con la factura a poner una denuncia. Su reacción fue de lo más “normal”. “Padre, me dijo, aquí las cosas funcionan así. Yo no me di cuenta de que esos libros ya tenían el sello de otra escuela. Dame 48 horas y te consigo los libros nuevos sin sellar”. La monja, chadiana ella y más que acostumbrada a este tipo de aventuras, me aconsejó aceptar. Y terminé aceptando, porque sé que si me voy a la comisaría entraré en un círculo vicioso difícil de sortear, ya que en este país a veces es mejor negociar con los propios ladrones que con la Policía.

Así está la historia. Mañana iré a ver si el comerciante cumple su promesa y me da los 12 libros nuevos que nos faltan para que al menos podamos tener un libro por pupitre (tres niños). Si lo logramos, será toda una proeza. Y después a esperar a ver cuál será la próxima...

jueves, 29 de junio de 2017

Sylvie, mucho más que una cocinera


Sigo presentándoos a mis parroquianos. Se llama Sylvie Yoassem. Es nuestra cocinera y se dispone a limpiar un capitán, el pescado más suculento que he comido en Chad. Yoassem significa algo así como “la muerte me basta”. A ella no le gusta mucho ese nombre. Dice que no sabe por qué se lo pusieron, pero que a ella eso de la muerte no le va, así que prefiere que la llamemos Sylvie. El hecho de que os quiera hablar de ella no es porque sea nuestra cocinera, sino porque tiene otras muchas ocupaciones, todas ellas en la parroquia.

Bautizada cuando ni tan siquiera tenía un mes, hizo la Primera Comunión y se confirmó en Sarh. Se casó en 1997, hace ahora 20 años, pero su marido falleció. Tiene varios hijos, de los que se ocupa con un amor de madre gracias al salario que gana como cocinera, que no es mucho.

Es responsable y animadora de su comunidad de barrio, responsable del grupo de chicas Annuarite, (grupo que lucha contra la mutilación genital femenina), miembro de la Legión de María, catequista de niños y adultos, forma parte de la comisión parroquial de catequesis, lectora en la misa de los domingos; lo digo porque no es fácil encontrar mujeres capaces de leer en lengua sará o en francés (y ninguna de las dos es su lengua materna, ella es ngambay)... y no sé cuantas cosas más. Los lunes asiste a la reunión semanal de su capilla, los martes a la de la Legión de María, los miércoles da la catequesis a adultos, los jueves anima la reunión de su comunidad de barrio, un viernes al mes tiene la reunión del comité de catequesis, los sábados formación de catequistas y los domingos la Misa. Su agenda a veces está más cargada que la mía, y eso sin olvidar que su horario laboral es de 7:30 a 13:30 y de 18:00 a 20:00, de lunes a sábado.

Al igual que Gandá o Madjita, es una de las fieles incondicionales a la misa matinal, a la que no falta nunca antes de venir a nuestra casa para trabajar. Los domingos es normal verla rezar un rato en la capilla antes de la misa. Mujer simple y convencida de su fe, tiene la enorme cualidad de saber estar atenta a las necesidades de los demás, especialmente de los enfermos. Su comunidad es con diferencia la mejor de toda la parroquia. No es de extrañar, viendo su capacidad para coordinar y su elocuencia a pesar de que a primera vista parece una mujer tímida y débil. Aquí en África el hecho de que no se echa para atrás siendo viuda es todo un ejemplo a seguir, y su preocupación por los demás un estímulo para todos.

Cada vez que hay algún enfermo en el barrio o alguien que tiene un problema sea del tipo que sea, viene a contármelo y a consultarme sobre qué se puede hacer. Lo llamativo del asunto es que no viene a pedirme ayuda material, sino consejo. Me pregunta qué es lo que ella o su comunidad pueden hacer y remueve Roma con Santiago para hacerlo.

Su trabajo como cocinera es impecable. Es más, se preocupa de nosotros y de que estemos bien a todos los niveles. Al verme tan delgado me dijo que no podía trabajar tanto sin comer bien, y todos los días, a media mañana, prepara la “boullie” (una bebida muy nutritiva a base de arroz, mijo, leche y cacahuetes) y viene a buscarme a mi cuarto para que deje lo que estoy haciendo y me la tome. Como mujer y como madre, tiene detalles que son de lo más hermoso. El otro día me vio barriendo mi despacho de la parroquia y sin decir palabra me quitó la escoba y se puso ella a barrer. Luego se puso a quitar el polvo de los muebles, las paredes, los archivos…. En fin, que se pasó toda la tarde limpiando aprovechando que está de vacaciones y que no tenía que venir a la casa para preparar de comer. Lo dicho… mucho más que una cocinera.

Mamá Koussa, una joya de la parroquia



Se llama Therese Koussa. Es una de las primeras cristianas de la parroquia. Se bautizó en 1964, cuando Begou era una simple capilla de la única parroquia que había en Sarh. Se casó con un convertido al Islam. Forma parte del equipo pastoral de la parroquia, es catequista, madre de familia ejemplar y miembro fundador del grupo de los Laicos Misioneros Combonianos de Chad. Trabajaba como matrona en el hospital central de Sarh, pero ahora ya está jubilada, lo que le permite tener más tiempo libre para lo que más le gusta: prestar sus servicios a la parroquia.

Decía que se casó con un convertido al Islam, y eso aquí no pasa desapercibido. Me atrevería a decir que uno de sus grandes méritos es su vida matrimonial. El respeto mutuo que se tienen ella y su marido es algo que merecería un libro aparte. Cuando vienen los tiempos fuertes para los cristianos (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua….) ella tiene todas las bendiciones de su marido para estar en la parroquia y participar en todas las celebraciones. Cuando llega el Ramadán, Therese lo da todo para que su marido lo pueda vivir como manda su religión, estando totalmente a su servicio, especialmente para prepararle la comida cuando se pone el sol.

Metida en política hasta el cuello, es la responsable del movimiento de mujeres MPS (el partido del Gobierno) en Sarh. No se esconde de ello, muestra su convicción política sin dejar que ello influya en su convicción como cristiana, y ahí tiene su segundo mérito. Es autodidacta y una enamorada de la Biblia. Te puede recitar casi de memoria las historias de Ruth o Esther, mujeres ejemplares cuyas vidas están narradas en el Antiguo Testamento y que ella tiene como modelo.

Como catequista experimentada es más que una madre para los catecúmenos, preocupándose no solo de que aprendan la catequesis, sino de cómo viven y afrontan las dificultades que les presenta la vida y la fe cristiana, no dudando en irlos a visitar a sus propias casas. Miembro del equipo pastoral, habla con franqueza y da su opinión sin tapujos y sin tener miedo a lo que piensen los demás. ¿Su tercer mérito?.

Tuvo la suerte de estar presente en la celebración de la canonización de San Daniel Comboni, y eso la marcó profundamente, sobre todo la máxima de Comboni de “Salvar África por medio de África”. A partir de ahí, empezó a sentir que tenía una gran responsabilidad como mujer africana, y desde entonces no ha dejado de ponerse con más ahínco aun al servicio de sus hermanos. Fue así como nació el grupo de los Laicos Misioneros Combonianos con ella como uno de los miembros fundadores. Por cierto, cuando nació su nieta (la que está con ella en la foto), se empeñó en que le pusieran el nombre de Daniela, en honor a Daniel Comboni.

Hace unos meses se responsabilizó de acompañar de manera particular a la comunidad cristiana de Kokaga, un poblado que está a unos 7 km. de Sarh y que pertenece a la parroquia. Tienen muchos problemas y ella, para vivir su compromiso como Laica Misionera Comboniana aceptó ir una vez por semana para ayudarlos, animar a la gente, formar a los pocos cristianos que hay allí para que poco a poco la comunidad pueda afianzarse. O sea, una verdadera joya.

lunes, 12 de junio de 2017

Nuestro ángel de la guarda



La de azul es Cathérine Madjita (lo siento, no tengo una foto mejor). Es la sacristana de la parroquia, miembro del movimiento UCCT (Union de Cadres Chrétiens du Tchad), directora responsable del laboratorio del Hospital Central de Sarh, hermana del Jefe de Cantón de Moïssala, su ciudad natal, y madre adoptiva de no sé cuantos críos que pululan por el barrio. Es, además (por suerte para nosotros) nuestra vecina.

Bautizada también adulta, tiene una fe inquebrantable y una generosidad que no es normal. Su trabajo y su posición hacen de ella una mujer que gana un buen salario y que no tiene, por así decirlo, problemas de dinero. A pesar de ello, no la ves vivir como una mujer rica. Todo lo contrario, lo que le entra por un lado le sale por otro en forma de contribución solidaria a las necesidades de la gente o de la parroquia. Su problema es que al tener recursos, media familia y más se aprovechan de ella. No está casada, no tiene hijos, pero su casa está llena de gente que vive con ella (por no decir a expensas de ella).

Su debilidad: los niños abandonados o huérfanos. Ha ayudado ya a no sé cuantos, y delante de su puerta o dentro de su casa siempre hay una chiquillada innombrable. Cuando la llamé para contarle la historia de Sabine y su hijo Moisés, me dijo que al salir del hospital pasaría por casa de las monjas para verla. Y así fue. Sin comer y sin nada, se fue directamente a ver a Sabine. Fue ella quien la llevó al hospital y se preocupó de que le hicieran todo lo necesario para salvar a Sabine y al recién nacido y quien pagó parte de la factura hospitalaria.

Es la primera en llegar todos los días a la iglesia. Si la misa empieza a las seis menos cuarto, a las cinco ya está al pie del cañón. Ni la lluvia ni el frío ni el calor han conseguido impedirle que cada mañana, fiel como un clavo, se presente en la iglesia de buena hora para preparar todo para la misa. Yo no tengo que preocuparme de nada, solo de llegar, revestirme y empezar la misa a la hora indicada. El resto corre de su cuenta. Mujer de una fe enorme, ministro extraordinario de la comunión (cada domingo, después de la misa, va a llevar la comunión a un anciana enferma), es todo un ejemplo de vida cristiana y comprometida.

Como profesional de la salud, viene a vernos siempre que alguno está enfermo. Es la que me saca la sangre para hacer los análisis de rutina y ver que todo está en orden, la que nos pone las inyecciones o nos abre las puertas del hospital si tenemos que ir para alguna urgencia. Bien se puede decir que es toda una madre. Los días de fiesta siempre hay una suculenta bandeja de comida que llega a nuestra casa de su parte acompañada por un par de cervezas frescas. Al igual que Ganda Yaba, disponible a cualquier hora del día o de la noche para lo que haga falta, especialmente si se trata de cuestiones de salud. Es, como aquel que dice, nuestro ángel de la guarda y nuestro médico de cabecera.