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miércoles, 17 de mayo de 2017

Galicia en el Chad



Hoy, 17 de mayo, es el « Día das Letras Galegas », fiesta en Galicia, mi tierra. Día de exaltación de nuestra lengua y de nuestra cultura. Vivirlo estando lejos de la terriña no es fácil, aunque me consuelo sabiendo que dentro de poco podré disfrutar de unas vacaciones y podré recuperar el tiempo perdido.



La foto que ilustra este blog no es lo que parece. Lejos de mí eso de vestir a las bailarinas de la parroquia con los colores de nuestra bandera y de nuestra tierra y menos aun de querer hacer una demostración nacionalista en este rincón perdido de África en el que difícilmente pueden conocer qué es Galicia y donde se encuentra. Es simplemente fruto de la casualidad. La persona que diseñó esos vestidos eligió esos colores sin saber en absoluto que a varios miles de kilómetros de distancia son el símbolo de todo un pueblo. Cuando le enseñé un par de fotos de Galicia y de la bandera gallega se quedó asombrada y me dijo sonriendo: « así te sientes como en tu casa ».



Yo lo interpreto como un guiño que Dios y la providencia me hacen para que me sienta todavía más a gusto aquí de lo que ya estaba antes. Eso sí, también hace surgir la morriña, ese sentimiento tan nuestro que no se puede expresar con palabras pero que todos los gallegos llevamos dentro. Es cierto, aquí me siento como en mi casa por lo bien que me trata la gente, pero aquí me sigo sintiendo gallego, “fillo de Lalín, terra de chourizos”. Por muy lejos que se esté, uno nunca puede olvidar sus raíces ni la tierra que lo vio nacer.



Feliz festa a todolos galegos e galegas, especialmente aos que coma min andan polo mundo adiante, lonxe da sua terra, pero unidos a ela para sempre.

viernes, 5 de mayo de 2017

La primera piedra



Después de muchos esfuerzos, de muchas reuniones con los padres, de correr a un lado y a otro buscando fondos y de mil peripecias más, por fin hemos podido empezar las obras de construcción de nuestra escuela.
Vaya por delante todo mi agradecimiento a Manos Unidas, que han aceptado financiar este proyecto, a los Misioneros Combonianos de España y a tantas otras personas que con sus aportaciones han hecho que nuestra escuela pase de ser un sueño a convertirse pronto en una realidad. Sin ellos no sé cuánto tiempo tendríamos que seguir esperando aun. Gracias a su apoyo, el centenar de críos que salen en la foto y otros 50 más que podremos inscribir el curso próximo tendrán un lugar decente en el que empezar a aprender.

Dicen que dar educación es dar vida, y aquí, en este pequeño rincón de África uno constata la gran verdad de esa afirmación. La vida de esos niños ha cambiado enormemente desde que en la parroquia decidimos empezar con la escuela aun sin tener las aulas, utilizando hangares y viejos bancos de madera, a la sombra de un árbol o como fuera. Se les ve contentos, felices, sonriendo, diciendo ya sus primeras frases en francés, haciendo sus primeras sumas y restas, cantando sus primeras canciones o mimando la lección que han aprendido sobre la higiene corporal.

Con la bendición de la primera piedra y el inicio de la construcción de una escuela de verdad, empieza una nueva etapa de mi vida aquí en Chad. Ahora me tocará pagar facturas, visitar la obra, controlar que el constructor haga un buen trabajo, seguir motivando a los padres para que sientan la escuela como suya y acompañar a estos angelitos negros que son la alegría de la parroquia y que representan el futuro de este país. Hoy son 100, en septiembre serán 150 y si logramos llevar a buen término el proyecto en un par de años serán en total 350 niños y niñas que podrán tener una educación primaria de calidad. Ellos se lo merecen, es su derecho y no se lo podemos negar.

Si todavía hay alguien que cree que esto de ser misionero es venir a África a “bautizar negritos” se equivoca de cabo a rabo. El pasado Domingo de Pascua bauticé a 200 catecúmenos, niños, jóvenes, adultos y viejos. Es parte de mi trabajo y me siento orgulloso de ello, pero también lo es responder a la gran necesidad que esos 350 niños tienen de poder disfrutar de una escuela como Dios manda. No sirve de nada bautizarlos si luego los dejamos a la buena de Dios sin educación, sin sanidad, sin derechos y sin nada. Dios no nos lo perdonaría. Es más, la escuela, aunque da prioridad a los niños de la parroquia, está abierta a todos, sean cristianos, musulmanes o de cualquier otra confesión. La educación es un derecho universal, no un privilegio católico. Si queremos un futuro sin guerras ni divisiones, lo mejor es empezar a enseñarles a vivir juntos desde el principio.