
No la traté mucho, aunque recuerdo haberme cruzado con ella en más de una ocasión. Escribo estas líneas porque estoy en deuda con ella, porque aquí, en Chad, en la ciudad de Sarh, en el barrio periférico de Begou estamos poniendo en marcha una escuela gracias precisamente a la ayuda de Manos Unidas, un proyecto cuya financiación ha asumido la Delegación de Santiago que ella empezó. En este rincón del corazón de África soy testigo directo de que su esfuerzo no ha sido en vano. Los 177 niños que ya acoge actualmente nuestra escuela tienen hoy la posibilidad de acceder a una educación de calidad gracias al trabajo y la dedicación de personas como Piluca, gracias a su empeño y su entusiasmo y a que hoy en día muchas personas, mujeres y hombres, siguen la estela de la que fue una pionera de la justicia y la igualdad. El proyecto es que podamos acoger a más de 300. Seguro que Piluca, desde el cielo, lo hará posible.
Gracias, querida Piluca. Vaya desde aquí mi homenaje y mi agradecimiento a todo lo que has hecho durante tu larga y dilatada vida. He querido poner tu foto al lado de la foto de nuestros niños. Esa sonrisa te la deben a ti y a todas esas mujeres que hoy siguen ahí, al pie del cañón, haciendo que tus esfuerzos y tus desvelos sigan dando fruto.