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martes, 8 de abril de 2014

El calor aprieta

Hoy se cumplen tres meses de mi llegada a Chad. Recuerdo haber dejado España en pleno invierno, con un frío que pela y lloviendo en abundancia. Desde que llegué, el calor na ha hecho más que aumentar. En este momento nos encontramos en el período más cálido del año. Y lo malo no es el estar a 40 grados a la sombra, sino la gran humedad que invade el ambiente. Poco a poco se va acercando la estación de lluvias, y con ella vienen las tormentas, el aire pesado y plomizo, la sensación de agobio y bochorno y las sudadas de campeonato. Las noches son interminables, la ropa siempre está mojada, y el escaso aire que suelta mi viejo ventilador apenas alivia un poco la sensación de asfixia. Intento recuperar las fuerzas con una buena siesta después de comer, pero la mayoría de las veces hasta es peor el remedio que la enfermedad. Uno se levanta casi más cansado y completamente empapado en sudor. ¡Cómo añoro las lluvias invernales de mi querida Galica!

Es también el período en el que el trabajo se empieza a acumular. Este año me libro, más o menos, del desenfreno de actividades en la parroquia ya que todavía estoy en fase de introducción y mis compromisos son aun muy limitados. En cierto sentido doy gracias a Dios y tomo nota para lo que me espera el año que viene por estas fechas.

Aun así, no dejo de participar en las diferentes actividades que se organizan. La semana pasada estuve con un buen grupo -cerca de 200 personas- para el retiro de Cuaresma. Durante dos días con su correspondiente noche nos reunimos en el centro cultural parroquial. Allí tuvimos nuestros buenos momentos de reflexión, catequesis, oración y meditación. Fue bonito e interesante, a pesar de que el calor no nos dejó tranquilos ni siquiera por la noche. La gran lona instalada en el patio del centro cultural fracasó por completo en su misión de protegernos del calor. Al contrario, por momentos daba la sensación de que la lona desprendía aun más calor que el sol. Efecto invernadero, lo llaman.

Los retiros de Cuaresma son toda una tradición en esta Iglesia chadiana. Para mucha gente es el momento más importante del año. Son dos días muy intensos en los que los cristianos meditan y rezan en torno a un tema propuesto por la diócesis. Este año el tema era “solidaridad y compartir”, y estuvo centrado especialmente en la cuestión de la unidad a pesar de la diversidad.

Al estar en la ciudad, nuestra parroquia está compuesta por una gran variedad de grupos étnicos, por gente que procede de diversas regiones del país, lo que supone no pocas dificultades a la hora de hacer cosas en común. Muchas veces el problema étnico surge y es causa de división o de exclusión entre unos y otros. Hasta la lengua supone no pocas veces una dificultad. A pesar de que aquí se habla el Sará, muchos se aferran a su lengua materna, lo que supone una dificultad añoadida para el trabajo pastoral.

A través de pequeñas historias y de ejemplos concretos de la vida cotidiana, intentamos hacer comprender a la gente que la diferencia de etnia o de cultura no debe ser motivo de división, sino de enriquecimiento mutuo; que la división no puede traer nada bueno y que es necesario aceptar al otro en su diversidad. No es fácil, porque el sentido de la pertenencia al grupo étnico o familiar es muy fuerte. Viendo esa realidad, intuyo que el principal esfuerzo que tendré que hacer como párroco será el de incentivar y motivar a los cristianos para que se sientan una sola familia.

La Semana Santa está a la vuelta de la esquina, y con ella todo un maratón de celebraciones en las que haremos memoria de nuestra historia de salvación y de la vida nueva que Jesús nos trae con su Muerte y Resurreccción. El Domingo de Pascua tendremos la celebración de los bautismos. Un centenar de catecúmenos que llevan cuatro años preparándose recibirán el sacramento que les hará formar parte de esta gran familia que es la Iglesia. Todo ello en un ambiente caluroso, literalmente hablando, y lleno de entusiasmo. Será una buena ocasión para motivar y exhortar a la gente sobre la necesidad de sentirnos hermanos los unos de los otros.


Pronto llegarán las lluvias, y con ellas vendrán también las vacaciones escolares. Bajarán algo las temperaturas y al menos se podrá respirar. Será el momento de descansar y de recuperar fuerzas física y espiritualmente para poder iniciar el nuevo año pastoral en plena forma.

sábado, 8 de marzo de 2014

Mi primer baño

Cada día que pasa voy entrando un poco más en la vida de la parroquia. Desde mi llegada, hace ya dos meses, he dedicado la mayor parte del tiempo al aprendizaje de la lengua, herramienta fundamental para entrar en contacto con la gente. A medida que van pasando las semanas, voy realizando también pequeñas tareas pastorales para conocer mejor lo que será mi trabajo cuando asuma la responsabilidad como párroco.

El inicio de la Cuaresma fue para mi un auténtico baño en lo que se refiere a la vida y las costumbres de esta comunidad cristiana. El Miércoles de Ceniza fue un día muy especial, yo me atrevería a decir que incluso más que un domingo. Y no me refiero a la solemnidad del día, sino a la enorme afluencia de gente que acudió a la parroquia. La celebración comenzó a las cinco de la tarde. El recinto de la parroquia se llenó por completo. Todo el mundo quería recibir la ceniza sobre su cabeza: hombres, mujeres, jóvenes, niños... hasta las mamás traían a los niños en sus brazos para que también les pusiéramos la ceniza a ellos.

La verdad es que aquí hay toda una mezcla de fe sincera con creencias tradicionales y religiosidad popular. La ceniza tiene un significado muy especial para esta gente. Muchos la ven como algo que les puede proteger del mal, de las enfermedades o del mismo demonio o los malos espíritus. También tiene el significado del dolor y el arrepentimiento. Dónde está el límite entre lo cristiano y lo pagano sólo Dios lo sabe. Lo importante es que es un buen momento para hacer una catequesis a cristianos y catecúmenos sobre la importancia de la conversión y, especialmente, sobre el amor de Dios, que nos acoge como un padre y nos perdona.

Con tanta gente, la celebración duró unas dos horas, durante las cuales creo que debí perder un par de kilos, porque la sudada fue de campeonato. El calor húmedo hizo que terminara completamente empapado, igual que si me hubiese caído vestido al río. En ese sentido, también fue un auténtico baño para mi. Ya casi había olvidado el calor típico de esta época del año. Nada más llegar a casa me di una buena ducha, vacié literalmente una botella de agua de litro y medio y puse la ropa a secar.

Dos días después, viernes, celebramos el Via Crucis. Se hace todos los viernes de Cuaresma, y es literalmente un camino de la cruz. Con cerca de 40 grados a la sombra, un sol de justicia y un camino polvoriento, creo que debe asemejarse bastante a lo que el pobre Jesús tuvo que pasar en los últimos instantes de su vida. Comienza a las tres y media de la tarde, más o menos la hora en la que Jesús recorrió el camino del Calvario con la cruz a cuestas. El punto de partida es la casa donde vivimos los sacerdotes. Vamos haciendo camino rumbo a la parroquia, parándonos estación tras estación. Unos se turnan para llevar la cruz; otros para leer los textos de cada estación, otros para entonar los cantos... todo está bien organizado.

Las primeras estaciones se dejan hacer sin dificultad, pero ya a partir de la cuarta o la quinta las piernas empiezan a flaquear. El sol implacable nos da de frente y el polvo, la humedad del ambiente y el calor se mezclan en una especie de alianza maléfica que hace que el recorrido sea un auténtico viacrucis literalmente hablando. A pesar de que el camino hasta la parroquia no es muy largo, tardamos hora y media en hacerlo. No hay prisa. Lo importante es meditar cada estación, cada paso que Jesús tuvo que dar para llegar al Calvario, lugar en el que culminó su obra de redención de toda la humanidad.

Participa mucha gente, lo que me sorprendió agradablemente y me dio ánimo para superar el cansancio y el calor. Como vamos por medio de la calle, mucha gente se para para observarnos, mientras que a medida que avanzamos otros se van uniendo al grupo, hasta hacer una multitud que se anima mutuamente, canta y reza al paso de cada estación para hacer memoria del suplicio que tuvo que pasar Jesús al dar su vida por nosotros.


Y la semana que viene más. Comenzaremos los retiros cuaresmales, una auténtica experiencia que ya viví en mi anterior período en Chad y de la que guardo un recuerdo imborrable. Durante dos días completos los cristianos se reúnen en un lugar apartado para rezar, meditar, reflexionar y prepararse a la celebración de la Pascua. Tengo ya ganas de que empiecen, porque es el momento más importante del año y el que la gente vive más intensamente.

martes, 18 de febrero de 2014

Reencuentros

Hace varios meses que tenía olvidado este blog y por fin me he decidido a retomarlo. Tras mi regreso a Chad todo son sensaciones nuevas, recuerdos que vienen a la memoria, sabores casi olvidados, olores que me hacen regresar diez años atrás para convencerme de que sí, es verdad, estoy de nuevo en Chad.

El Chad que me he encontrado es muy diferente al que dejé en 2004. El asfaltado de las carreteras o la proliferación de la telefonía móvil entre otras cosas, han cambiado completamente la imagen de este país. Y no digamos nada de internet, casi inexistente cuando me fui y prácticamente accesible hoy en día en buena parte del territorio nacional. Eso sí, una cosa es que “esté” y otra que “funcione”, ya que lo más común es que uno enchufe el modem y se encuentre con que la señal es muy lenta o, simplemente, “no es”.

Me he reencontrado también con la citronela, esa hierba milagrosa con cierto sabor a limón que crece abundantemente por aquí y es un placer degustar después de la cena, momento privilegiado para relajarse tras un día ajetreado. Una de sus múltiples cualidades -es un excelente relajante y un gran diurético-, es que su aroma ahuyenta a los mosquitos, cosa muy práctica en estas latitudes, donde la malaria está presente y con mucha fuerza; aunque en esta época del año no hay demasiados debido al frescor de las noches y a la sequedad del ambiente. Otro gallo nos cantgará cuando llegue la estación de lluvias.

Mi nueva etapa tiene como escenario la ciudad de Sarh, al sureste del país. Mi misión será ocuparme de la parroquia San Kizito de Bégou, en la que los combonianos estamos presentes desde hace ya muchos años. Aquí estoy desde hace ya un mes, intentando adaptarme al calor y metiéndole mano a la lengua sará, la que se habla por estos andurriales. No me está siendo muy complicado adaptarme a ella, ya que los recuerdos del ngambay, la lengua de mi antigua misión, me ayudan a ello. Poco a poco voy recuperando los viejos resortes y esquemas, lo cual, a veces, puede ser también una dificultad, porque al final acabas mezclándolo todo y lo que hablas es un batiburrillo de palabras de una y otra lengua a la vez.


De aquí os puedo contar que estamos viviendo muy directamente las secuelas de lo que está pasando en la República Centroafricana. Sarh está a unos 100 km. de la frontera con este país que tanto está sufriendo. Actualmente tenemos alrededor de 20.000 refugiados que han huído de las masacres. Muchos de ellos son chadianos afincados en Centroáfrica desde hace muchos años, o centroafricanos descendientes de chadianos que tienen la mala suerte de llevar sangre chadiana en sus venas. En estos momentos ser musulmán o ser chadiano en Centroáfrica supone ser candidato directo a ser asesinado de la manera más cruel.

Con permiso de internet, espero poder retomar el ritmo y subir de vez en cuando pequeñas reflexiones, diarios, comentarios y anécdotas vividas en este reencuentro con mi querida tierra chadiana. Eso sí, no prometo muchas fotos, porque si enviar texto es complicado, enviar o subir fotos a veces se convierte en misión imposible.