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lunes, 20 de junio de 2011

Ir a las raíces

En su resolución 61/193, firmada en diciembre de 2006, la ONU declaraba 2011 como Año Internacional de los Bosques. En dicha resolución se hacía alusión a la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los países afectados por sequía grave o desertificación -en particular en África-, y se afirmaba que “los bosques y su ordenación sostenible pueden contribuir significativamente al desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza y el logro de los objetivos de desarrollo convenidos internacionalmente, incluidos los Objetivos de Desarrollo del Milenio”.

Para luchar contra la desertificación y favorecer la protección de la masa forestal, la ONU ha propuesto con mucho acierto que el tema “Bosques para Personas” guíe el debate a lo largo del año con el fin de destacar el papel de la población en la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible de los bosques del mundo.

Durante el acto oficial de la puesta en marcha de aquella resolución, el presidente de la Asamblea General de la ONU, el suizo Joseph Deiss, afirmaba el pasado mes de febrero que “centenares de millones de personas, fundamentalmente en los países en desarrollo, dependen de los bosques para su vida cotidiana, son el pulmón del planeta y, sin embargo, cada minuto que pasa desaparecen en el mundo unas 25 hectáreas de bosque”.

Aunque según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación la tasa de deforestación mundial se haya reducido en un 37 por ciento, queda mucho por avanzar, particularmente en África. Un informe publicado el año pasado por la misma FAO, destaca que en el continente africano se sigue registrando una continua pérdida de la masa forestal, debido fundamentalmente a las licencias madereras, las talas ilegales, las prospecciones petroleras y el uso de la leña como única fuente de energía para el hogar.

Es cierto que muchos países han adoptado una política de reforestación que ha dado como resultado  que 15 millones y medio de hectáreas hayan sido reforestadas el año pasado en el continente africano. Sin embargo, de poco sirve plantar nuevos árboles si la leña sigue siendo el principal combustible utilizado por la mayoría de la población o si esa política de reforestación se ve contrarrestada con otras de sobreexplotación de los recursos forestales.

Mientras la FAO reconoce en su informe que el 90 por ciento de la madera extraída en África sigue siendo la leña utilizada como fuente de energía en el consumo doméstico -más de 600 millones de metros cúbicos en 2008-, seguimos asistiendo en el continente a numerosas concesiones a las grandes empresas madereras por parte de gobiernos corruptos que buscan, por encima de todo, el lucro y el enriquecimiento personal, o un apoyo externo para mantenerse en el poder. Países como  Guinea Ecuatorial, Gabón, República Centroafricana o la República Democrática de Congo, cuya riqueza forestal y diversidad biológica deberían ser declarados patrimonio de toda la humanidad, siguen esquilmando sus bosque primarios a un ritmo estremecedor.

Ojalá que la campaña propuesta por la ONU para este año penetre realmente en las instituciones, vaya más allá de una defensa de la masa forestal y de las poblaciones que de ella dependen -algo más que necesario-, y dirija sus esfuerzos a la verdadera raíz del problema, que nos es otra que la complicidad interesada entre las élites del poder con las grandes compañías madereras.

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