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jueves, 24 de mayo de 2012

Creando lazos de amor y cooperación

Estamos a punto de cerrar el número de Mundo Negro del mes de junio. Tras las correspondientes lecturas, correcciones y pruebas, todo está ya listo para ser enviado a la imprenta. El tema de portada, un tanto singular, sorprenderá sin duda a más de uno y de una: una universidad solo para mujeres en el corazón de Sudán, país africano en donde el Islam es algo más que una religión.

Al hilo de ese reportaje y mientras preparaba el editorial para dicho número de la revista, no dejaba de pensar en las innumerables experiencias que tuve en Chad con los muchos musulmanes que hay allí y con los que me tocaba "codearme" -valga la expresión- casi a diario. Autoridades civiles o militares, comerciantes, vecinos... no puedo decir que estaba rodeado de ellos, pero sí que los tenía a mi lado casi constantemente.

La experiencia vivida en Chad me enseñó que la relación entre cristianos y musulmanes está siempre marcada por dos factores. Uno, que podríamos llamar “teórico”, evidencia las diferencias de concepción de la religión, de la persona humana y de las relaciones entre los hombres, las instituciones e incluso los Estados. Una concepción que, además, está impregnada por la cultura. En Chad pude percibir que no es lo mismo un musulmán de cultura árabe, que uno de cultura negroafricana. La cultura está marcada por la religión y la religión no escapa a la influencia cultural. A lo largo de su historia, la humanidad ha vivido, desgraciadamente, momentos trágicos, guerras de religión, conquistas y reconquistas que han sembrado de muerte y odio muchas generaciones. Incluso hoy nuestras diferencias y nuestras sensibilidades nos siguen traicionando, siendo causa de malentendidos y de polémicas que a nada conducen.

Un segundo factor, a mi juicio el más importante y el que debería ser fuente de inspiración en la relación entre unos y otros, lo constituye la colaboración que siempre ha existido en la práctica, especialmente en las actividades de caridad, de solidaridad y de ejercicio del amor al prójimo. En muchos lugares del mundo, especialmente en África, cristianos y musulmanes siempre han llegado a un entendimiento y a una colaboración estrecha cuando se trata de ayudar a los más necesitados. No en vano, el ejercicio de la caridad es el principal mandamiento de ambas creencias. En muchas actividades caritativas y de desarrollo de la parroquia había musulmanes con los que se podía trabajar estupendamente y que hasta tenían puestos de responsabilidad.

África –especialmente África subsahariana– es un escenario concreto en el que este segundo factor se pone más de manifiesto. Dispensarios, escuelas rurales, cooperativas agrícolas, asociaciones de mujeres… Un sinfín de actividades concretas en las que cristianos, musulmanes y seguidores de las religiones tradicionales logran siempre ponerse de acuerdo sin grandes dificultades, porque para ellos lo que realmente importa es el desarrollo integral de la persona humana.

El Amor de Dios, traducido en amor al prójimo es, sin duda alguna, el principal instrumento que tenemos unos y otros para crear lazos de diálogo y cooperación.

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