Para evaluar el alcance
de estas metas, la ONU ha propuesto tres indicadores básicos: la
proporción de niños y niñas escolarizados en la enseñanza
primaria, secundaria y superior; la proporción de mujeres en el
empleo asalariado del sector no agrícola; y la proporción de
escaños ocupados por mujeres en los parlamentos nacionales. Manos
Unidas, por su parte, presenta en su informe de este año cuatro
factores que determinan la discriminación que sufre la mujer: la
pobreza y el hambre, el analfabetismo, el abuso sexual y el tráfico
de mujeres y niñas, y la dificultad para acceder a los recursos
naturales y al crédito.
Los datos que el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presenta en su informe
de 2012 relativos a todos estos campos son esperanzadores. Sin
embargo, la realidad sigue estando muy lejos de esos objetivos que la
ONU quiere alcanzar. Todavía falta mucho para que la mujer,
especialmente en los países en vías de desarrollo, viva en una
situación de igualdad con respecto al hombre. Según el documento
base publicado por Manos Unidas para la campaña de este año, las
mujeres constituyen el 70 por ciento de los más de 1.300 millones de
personas que viven en extrema pobreza; dos de cada tres personas
analfabetas en el mundo son mujeres y de todo el comercio
internacional de seres humanos, cerca del 70 por ciento es de mujeres
y niñas. En países como Zambia, por ejemplo, el 60 por ciento de
las mujeres han experimentado algún tipo de violencia física a lo
largo de su vida.
El lema que Manos Unidas
ha elegido este año es acertado en todos los sentidos, no solo
porque pretende llamar nuestra atención sobre la situación de
desigualdad de tantas mujeres en el mundo, sino porque esa igualdad
tan ansiada es, precisamente, una de las condiciones fundamentales
para que en el mundo haya justicia, paz y prosperidad. Como señala su presidenta, Soledad Suárez, en la revista Mundo Negro es en la mujer
-siempre en colaboración con el hombre- donde radica la oportunidad
de desarrollo de los pueblos y naciones.
No es la primera vez que
la situación de la mujer -especialmente la mujer africana- ocupa un
espacio preponderante en nuestra revista. A lo largo de los numerosos
viajes que Mundo Negro ha realizado al continente africano, allá
donde hemos ido, siempre nos hemos encontrado con mujeres valerosas
que se dejan la piel por mejorar sus condiciones de vida y las de sus
familias. Son mujeres que luchan contra viento y marea para lograr la
igualdad y la dignidad que les corresponde, muchas de ellas viéndose
obligadas a sufrir toda clase de discriminaciones y presiones por
parte de una sociedad que las sigue considerando ciudadanas de
segunda clase.
El hambre, la
malnutrición, el analfabetismo, la enfermedad, la falta de
oportunidades o la discriminación por cualquier motivo, son
situaciones que atentan gravemente contra la dignidad humana y, por
ello, injustas. En el caso de la mujer, dichas situaciones vienen
originadas la mayoría de las veces simplemente por tener tal
condición. Luchar contra ellas es obligación de todo ser humano, y
el primer paso a dar es considerar que todos somos iguales.
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