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domingo, 17 de octubre de 2010

Los mudos hablan... y también cantan

No sé por qué avatares de la vida ni de la misión me pasó, pero en una ocasión me encontré inmerso en un asunto que nuca me había imaginado. Un buen día descubrí que en un rincón perdido de nuestra parroquia, un joven protestante había reunido entorno a si un grupo de niños y adolescentes que, como él, eran sordomudos. Se reunían todos los días en un viejo chamizo semiderruido y allí, entre cuatro paredes en ruinas y con una tabla pintada de negro a modo de pizarra, intentaba alfabetizarlos y enseñarles el lenguaje de signos que usan los sordos.

El joven en cuestión se me acercó y, balbuceando unas palabras, me hizo entender que necesitaban ayuda. Pronto entablamos un diálogo a base de notas escritas en un pedazo de papel, ya que ni él me oía a mi ni yo comprendía los balbuceos que salían de su boca. Difícil para entenderse. Sin embargo, con una buena dosis de paciencia, mucho papel y un buen bolígrafo pudimos "charlar" un buen rato.

A la semana siguiente me acerqué al lugar en el que se reunían y pude ver que el entusiasmo y las ganas de aprender eran mucho más fuertes que la falta de medios y la vetustez del lugar. Más me sorprendí aún cuando me pidieron que el domingo les acompañara en la oración. Al ser protestantes, católicos y de la religión tradicional no me pidieron que les celebrase la Misa, pero sí que estuviera con ellos durante su particular oración dominical. Acepté la invitación, más por la curiosidad de ver cómo reza un grupo de sordomudos que por lo poco que podría hacer con ellos.

Me quedé sorprendido cuando el animador tomó la Biblia y en su lenguaje de signos les fue leyendo e interprentando un pasaje del Evangelio. Al terminar la lectura se abrió todo un intercambio de gestos y balbuceos del que no entendía nada, pero que tenía el aire de estar bien animado. Pero lo mejor vino cuando un grupito de ellos se levantó, se puso ante la particular asamblea que allí estaba reunida y empezó a entonar un canto. Si, un canto. Jamás pude imaginar que los sordomudos también pudiesen cantar.

Los miembros de la coral empezaron a mover los cuerpos de manera rítmica, con una sincronización casi perfecta. Daban palmadas, hacían gestos y emitían unos gorgoritos que todo el mundo -salvo yo- comprendía a la perfección. Palmas, danzas, murmullos... todo seguía una coreografía que se veía a las leguas que había sido ensayada y preparada minuciosamente. En mis muchos años de cura y de misionero he visto y oído rezar en infinidad de lenguas, pero nunca había asistido al precioso espectáculo de ver rezar y hasta cantar en lenguaje de sordos.

Al terminar la oración y siguiendo la costumbre chadiana -y africana-, me invitaron a comer. Unos cuantos cacahuetes y un par de mangos, todo lo que tenían, pero que lo compartieron con gusto y generosidad. Después de la comida vino el momento de "hablar" de cosas serias. Esta vez había ido preparado y me llevé un buen cuaderno, amplio y con muchas hojas, para que el "diálogo" fuera fluido y sin prisas. Necesitaban libros, cuadernos, una nueva pizarra, tizas y, sobre todo, poner techo a su particular sala de clases.

No fue difícil encontrar lo primero. Lo del techo  ya fue más complicado. No sé si por suerte o por desgracia, los grandes empresarios de la ESSO, la compañía que explota el petroleo en Chad, se enteraron de la existencia del grupo y se comprometieron a reconstruir la sala y poner en condiciones otras tres más. Cumplieron su promesa, aunque le dieron toda la pompa y la propaganda posible para demostrar que las grandes petroleras también están por el desarrollo de la población local.

Con todo, me quedo con el entusiasmo de ese pequeño grupo, apenas una veintena de niños y adolescentes de diversos grupos étnicos y de diversas religiones, cuyas ganas de aprender y de derribar el muro que para ellos supone ser sordomudos en un país en el que su situación es sinónimo de abandono total por parte de las autoridades y hasta de sus propias familias. Me quedo con su tenacidad y, sobre todo, con su espíritu de superación. Sí, los mudos también pueden cantar, los sordos oir y los cojos bailar ¿Dónde había leído yo eso antes?

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