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lunes, 26 de septiembre de 2011

Adiós, mamá Maathai

Esta mañana me he levantado con la triste noticia del fallecimiento de Wangari Maathai, una gran mujer que, pese a su enorme fuerza vital, perdió finalmente su largo y duro combate contra el cáncer. Su lucha por la vida, por la naturaleza, por un desarrollo sostenible para los pueblos de África, le supuso el Nobel de la Paz en 2004, convirtiéndose en la primera mujer africana en recibir dicho galardón.

Comenzó plantando árboles en el jardín de su casa y acabó creando un movimiento -El Cinturón Verde- formado por un ejército de mujeres que ha plantado ya más de 50 millones de árboles en su país, Kenia.

Su defensa de la paz, la justicia, los derechos humanos y la supervivencia del medio ambiente le causaron no pocos problemas. Fue insultada y humillada varias veces en la calle y hasta en el mismísimo Parlamento keniano, del que formaba parte; atacada por la Policía, amenazada de muerte y hasta encarcelada. Nada de eso pudo con ella. Tuvo que ser un cáncer quien finalmente la parase los pies.

Mujer culta, fuerte y tenaz; la primera de África Oriental y Central que consiguió un doctorado en Ciencias Biológicas. Madre y abuela, es una de esas mujeres ante las que uno se quita el sombrero y a la que bien se puede considerar una de las "madres del continente". Al poco de recibir el Nobel de la Paz, decía lo siguiente:

"Cuando era niña, me impresionaba una enorme higuera que había cerca de nuestra casa. Mi madre me había dicho que no se podía cortar. No lejos de ese árbol estaba el nacimiento de un arroyo al que yo iba a buscar agua. Cuando cortaron la higuera, el arroyo se secó. Mis hijos nunca la verán, ni verán tampoco el arroyo. Cuando visito ese pequeño valle de mi infancia, siento que la tragedia se abate sobre la tierra que pisan mis pies. Contemplo barrancos que me hablan de erosión del suelo. En las caras de los habitantes locales se refleja el hambre. La leña es escasa porque se han cortado todos los árboles. Por eso quiero luchar contra la tala indiscriminada, la erosión del suelo, la desertización, la contaminación del agua; y también contra la pobreza, el hambre, la esclavitud de la mujer, condenada a caminar horas y horas en busca de leña para el fuego".

En 2007 vino a España para el encuentro de "España-África: Mujeres por un mundo mejor". Dejó una gran huella entre nosotros. La revista Mundo Negro tuvo el honor de poder hacerle una entrevista y hasta nos dedicó una fotografía para los lectores de Aguiluchos -nuestra revista para niños y jóvenes- en cuya dedicatoria nos invitaba a todos a plantar árboles. En el jardín de nuestra casa crece uno, plantado precisamente por los niños que acuden mensualmente a las convivencias organizadas para ellos. Se plantó hace ya varios años siguiendo el deseo de Wangari y ahí sigue, apuntando al cielo y creciendo día a día. Lo veo diariamente desde mi despacho porque está justo debajo de mi ventana. Desde hoy lo miraré aún con más cariño y respeto.

Hoy plantaré un árbol. Será mi pequeño homenaje a esa mujer que admiro y respeto. Adiós, mamá Maathai.


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