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viernes, 16 de diciembre de 2011

Noche de Paz

Buceando en mi archivo de fotos en búsqueda de alguna imagen africana que pudiese hacer alusión a la Navidad me encontré con esta belleza. La foto no es mía, es de un compañero que la hizo en Chad hace varios años. Como no creo que se me eche encima pidiéndome derechos de autor, aquí os la enseño. ¿Dónde está ahí la Navidad? Preguntarán algunos. Pues está precisamente en esa cara de paz y de serenidad que llega hasta el fondo del alma de quien sepa mirarla con el corazón.

Durante los años que pasé en Chad siempre me sentí removido por dentro con la actitud y la humanidad de los niños. Sus risas, sus juegos, su vitalidad incombustible, incluso en los momentos de mayor precariedad, siempre me sorprendieron. Pero lo que más relajaba mi espíritu era verlos dormir. No sé cómo lo logran, pero son capaces de dormir en cualquier lugar, a cualquier hora y en toda clase de posturas. Y lo más sorprendente es que ni el hambre, ni la guerra, ni la enfermedad les quitan el sueño. Comen una vez al día -dos los que tienen algo más de suerte-. Desde que apenas levantan un palmo del suelo empiezan a colaborar en las tareas de la casa, ya sea cuidando a los animales, yendo a buscar agua o en las labores del campo. Los privilegiados que pueden ir a la escuela deben recorrer varios kilómetros a pie para asistir a las clases. Y, a pesar de todo ello, son libres como el viento, espontaneos como los pájaros y felices como las mariposas.

Esa libertad, espontaneidad y felicidad es lo que a veces añoro. Nuestra sociedad, con sus prisas, sus primas de riesgo, sus juicios por corrupción o su angustia por esa crisis económica que nos quita el sueño a todos y nos impedirá tener una Navidad "como Dios manda" -tiene narices la expresión-, contrasta enormemente con la paz y serenidad de esta criatura durmiendo la siesta "a pierna suelta", y nunca mejor dicho. A él no le preocupa que el Gobierno haga recortes (a él se los han hecho desde que nació); que los mandamases de su país sean corruptos o deshonestos, que la bolsa haya perdido cinco puntos en dos días o que ciertos "reallity shows" pierdan audiencia. No necesita colchones Flex, ni loción Nenuco ni pañales Dodotis. Le basta un simple tronco de árbol.

No me extraña nada, pues, que Dios haya querido hacerse niño. Niño en un pesebre, niño en el Portal de Belén, rodeado del buey y la mula, adorado por los Magos de Oriente y reverenciado por ángeles y pastores. Pero también niño que duerme plácidamente sabiendo que por muchas penas que haya tenido el día, nada mejor que un buen tronco para echar un delicioso y reconfortante sueño. Dichoso tú, mi pequeño, que a tan corta edad ya sabes lo que realmente vale la pena en esta vida. Lo demás... ya Dios dirá.

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