La declaración de 2012
como Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos tiene
una importancia capital para los habitantes de África. Si hay un
continente que tiene grandes potencialidades en la obtención de
energías renovables, es el continente africano. Por su situación en
el planeta, su clima o sus características geográficas, buena parte
del territorio africano es un lugar privilegiado para la obtención
de energía solar, eólica o hidroeléctrica. Sin embargo, más del
70 por ciento de la población del continente sigue dependiendo de la
leña, el queroseno o el carbón como única fuente de energía para
sus necesidades cotidianas, con la limitación que ello supone para
disfrutar de una vida digna y su repercusión en el medio ambiente.
La obtención de energías renovables supone una fuerte inversión inicial, algo que no está al alcance de todos los gobiernos y, mucho menos, de las familias, obligadas por lo general a gastar la totalidad de sus escasos recursos en obtener el sustento cotidiano. Por ello es necesario aunar esfuerzos y favorecer las inversiones en el continente africano para obtener este tipo de energías. Algo se está haciendo y Naciones Unidas está apostando fuertemente por ello, pero no es suficiente. Hay que hacer todo lo posible para que este tipo de energías puedan llegar a todos los hogares africanos. La dependencia tecnológica de África con respecto a los países ricos -cuyos intereses no siempre coinciden con los de la población africana- sigue siendo un obstáculo determinante a la hora de apostar por ellas.
Pero la riqueza del
continente africano no está solamente en su potencial energético.
El suelo africano rebosa de cuantiosos recursos naturales: petróleo
oro, diamantes, uranio o el tan preciado coltan. Estas riquezas son
más atractivas para los inversores extranjeros, puesto que una vez
extraídas pueden ser manufacturadas y comercializadas fuera del
continente, algo que no se puede hacer tan fácilmente con la
energía, que está, salvo raras excepciones, destinada a ser
consumida in situ. Quizás por eso la inversión en energías
sostenibles no atrae a los inversores extranjeros de la misma manera
que los recursos minerales.
Otra gran riqueza natural
de que dispone el continente es la propia tierra, muy fértil en
algunos países, así como sus bosques tropicales y su madera.
Explotada con criterio y de manera racional, podría sacar de la
pobreza a muchos países africanos. Desgraciadamente, cada vez es más
frecuente la venta o la cesión de tierras a compañías extranjeras
para la obtención de agrocombustibles y, lo que es peor, el cultivo
masivo de alimentos destinados a la exportación, en detrimento de la
población local y su seguridad alimentaria.
Por otra parte, las talas indiscriminadas y, en muchos casos, la connivencia de los gobiernos con las grandes compañías extranjeras, como ocurre con la masa forestal liberiana, convierten lo que podría ser una fuente de ingresos para mejorar la vida de la población en un problema no solo ecológico, sino de gestión y de corrupción, como ha sido el caso en varios países de la franja ecuatorial, donde la madera ha servido para financiar guerras o llenar los bolsillos y engrosar las cuentas bancarias de gobernantes sin escrúpulos.
África es un continente
inmensamente rico en su naturaleza. De su suelo, de sus aguas y hasta
de su viento se pueden extraer la energía y los recursos necesarios
para que todos sus habitantes vivan en condiciones dignas. El
problema es que no son esos habitantes quienes disfrutan de ellos. En
muchos casos, incluso, hasta se les priva de su propiedad.
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