Hace poco hablaba con un adolescente de origen gallego, nacido y criado en
Galicia, pero que ahora vive en Madrid. Salió a colación el tema del Halloween
y le hablé de nuestra "Santa Compaña". Me quedé a cuadros cuando me
dijo que nunca había oído hablar de ella. En su círculo de amigos y en su
instituto no se habla estos días de otra cosa que no sea el Halloween. Todo el
mundo está pensando en el disfraz que se va a poner o en qué restaurante,
hamburguesería, discoteca o centro de ocio lo van a celebrar. Y no hablemos de
las escuelas primarias o guarderías. Los niños tienen que ir disfrazados de
bruja, calabaza, calavera o cualquier cosa que meta miedo.
No tengo nada en contra del Halloween, una tradición cuyos orígenes se
remontan a varios siglos antes de Cristo y que se celebra por todo lo alto en
ciertas latitudes. Lo que me molesta es que cada año que pasa vaya ocupando
cada vez con mayor fuerza el lugar de nuestras tradiciones propias. Acepto que
algunos quieran celebrarla, pero que se le dé tanta importancia, incluso en
nuestros centros de enseñanza, me parece una aberración. No conozco ningún
instituto, escuela o guardería gallega en la que tan siquiera se mencione la
tradición de la Santa Compaña, pero eso sí, el Halloween hay que
celebrarlo.
Yo ya no digo que se le dé toda la importancia del mundo a la Santa Compaña
o que se haga de ella un tema prioritario en el programa educativo; pero al
menos que se explique y se enseñe a nuestros niños y adolescentes cuáles son
nuestras tradiciones, al menos con la misma importancia que se está dando a
otras que nos vienen de fuera.
Para los que no la conozcan, La Santa Compaña es una procesión de muertos o
ánimas en pena que recorren errantes los caminos de una parroquia, normalmente
de noche -especialmente la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre- y cuya
misión principal es visitar las casas en las que pronto habrá una defunción. Si
de lo que se trata es de meter miedo, puedo garantizar que hasta los mismísimos
protagonistas del Halloween se quedarían petrificados de terror si se les
apareciese nuestra Santa Compaña en mitad de la noche. Y si no me creéis,
preguntadle a cualquier gallego de una cierta edad y él mismo os contará.
El culto a la muerte o a los antepasados existe en todos los pueblos y
culturas. He tenido la ocasión de conocer directamente cómo se vive y se
celebra la muerte en rincones tan lejanos como Chad, en África Central, o
México, en el continente americano. En todos ellos hay siempre una mezcla de
fervor popular, respeto por los difuntos, miedo a la muerte y respeto por los
que ya no están. Es triste constatar que esas tradiciones van cayendo
paulatinamente en el olvido y dejando el lugar a las que nos vienen de otras
latitudes, especialmente de los Estados Unidos. La fuerza que Halloween tiene
en México es increíble. Y más me sorprende constatar que está incluso
penetrando con fuerza en el continente africano. Es el poder de lo comercial.
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