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viernes, 5 de mayo de 2017

La primera piedra



Después de muchos esfuerzos, de muchas reuniones con los padres, de correr a un lado y a otro buscando fondos y de mil peripecias más, por fin hemos podido empezar las obras de construcción de nuestra escuela.
Vaya por delante todo mi agradecimiento a Manos Unidas, que han aceptado financiar este proyecto, a los Misioneros Combonianos de España y a tantas otras personas que con sus aportaciones han hecho que nuestra escuela pase de ser un sueño a convertirse pronto en una realidad. Sin ellos no sé cuánto tiempo tendríamos que seguir esperando aun. Gracias a su apoyo, el centenar de críos que salen en la foto y otros 50 más que podremos inscribir el curso próximo tendrán un lugar decente en el que empezar a aprender.

Dicen que dar educación es dar vida, y aquí, en este pequeño rincón de África uno constata la gran verdad de esa afirmación. La vida de esos niños ha cambiado enormemente desde que en la parroquia decidimos empezar con la escuela aun sin tener las aulas, utilizando hangares y viejos bancos de madera, a la sombra de un árbol o como fuera. Se les ve contentos, felices, sonriendo, diciendo ya sus primeras frases en francés, haciendo sus primeras sumas y restas, cantando sus primeras canciones o mimando la lección que han aprendido sobre la higiene corporal.

Con la bendición de la primera piedra y el inicio de la construcción de una escuela de verdad, empieza una nueva etapa de mi vida aquí en Chad. Ahora me tocará pagar facturas, visitar la obra, controlar que el constructor haga un buen trabajo, seguir motivando a los padres para que sientan la escuela como suya y acompañar a estos angelitos negros que son la alegría de la parroquia y que representan el futuro de este país. Hoy son 100, en septiembre serán 150 y si logramos llevar a buen término el proyecto en un par de años serán en total 350 niños y niñas que podrán tener una educación primaria de calidad. Ellos se lo merecen, es su derecho y no se lo podemos negar.

Si todavía hay alguien que cree que esto de ser misionero es venir a África a “bautizar negritos” se equivoca de cabo a rabo. El pasado Domingo de Pascua bauticé a 200 catecúmenos, niños, jóvenes, adultos y viejos. Es parte de mi trabajo y me siento orgulloso de ello, pero también lo es responder a la gran necesidad que esos 350 niños tienen de poder disfrutar de una escuela como Dios manda. No sirve de nada bautizarlos si luego los dejamos a la buena de Dios sin educación, sin sanidad, sin derechos y sin nada. Dios no nos lo perdonaría. Es más, la escuela, aunque da prioridad a los niños de la parroquia, está abierta a todos, sean cristianos, musulmanes o de cualquier otra confesión. La educación es un derecho universal, no un privilegio católico. Si queremos un futuro sin guerras ni divisiones, lo mejor es empezar a enseñarles a vivir juntos desde el principio.

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