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viernes, 25 de marzo de 2011

Primavera en Chad

Hace unos días viajaba de regreso a Madrid desde tierras palentinas. La carretera que une Palencia con Aranda de Duero transcurre entre campos sembrados y enormes viñedos. Me sorprendió la hermosura y exuberancia de la naturaleza en pleno auge en esta época del año; y ello me hizo recordar, cómo no, mi querida tierra chadiana.

La estación de lluvias suele empezar entre finales de mayo y primeros de junio. Tras varias semanas de calor sofocante y ambiente pesado y bochornoso en el que se nota como la electricidad estática invade el ambiente y hace que todos vivamos en una tensa espera, estallan por fin las primeras tormentas. La enorme fuerza de la naturaleza se manifiesta ostensiblemente en los rayos y los truenos y se completa con lluvias torrenciales que liberan toda la tensión acumulada durante meses y dejan una enorme sensación de liberación y de paz.

Y en cuanto caen las primeras gotas de lluvia, surge el milagro de la vida. De un suelo arenoso que parece estéril y muerto, brotan de la noche a la mañana infinidad de hierbas y plantas de todo tipo y tamaño. Lo que durante la estación seca parecía puro desierto se transforma en un par de días en vergel rebosante de vida y de verdor. El color pajizo de la hierba seca sometida durante meses a un sol abrasador, o la negritud de los campos quemados por el tan temido y perjudicial "feu de brousse", dan paso a una explosión de color que deslumbra la vista y alegra enormemente el corazón. Hierbas, flores, espigas... todo surge como por arte de magia, mientras el olor húmedo del aire indica que hemos empezado una nueva estación.

Sin más comentarios, os dejo a continuación algunas fotografías de esa maravillosa explosión de vida y de exuberancia de color.

 

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