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martes, 6 de marzo de 2012

En memoria de Marie-Noëlle

Se acerca el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Cada año por estas fechas solía andar yo muy excitado y metido de lleno en la SENAFET (Semana Nacional de la Mujer Chadiana, en siglas francesas). Aparte de las muchas ocupaciones que ya tenía en la parroquia, debía dedicarle buena parte de mi tiempo al trabajo de la promoción de la mujer. Ya en más de una ocasión he contado lo que las mujeres de mi parroquia significaban para mi y para el funcionamiento de las actividades, particularmente las de desarrollo.

Cada año, al llegar el 8 de marzo -fiesta nacional en Chad, por cierto-, la parroquia y, más concretamente los grupos de mujeres, eran un hervidero de actividades: exposiciones de productos artesanales, muestras de cocina, costura, etc... todo ello unido a conferencias y talleres de formación.

Cada año también, Marie-Noëlle, mujer excepcional donde las haya, se dejaba la vida en que todo estuviese a punto. Siempre era ella el alma de la SENAFET. Era soltera, algo que no entraba demasiado en los cánones tradicionales africanos. Una mujer soltera no es nunca bien vista, a no ser que sea religiosa o que alguna otra circunstancia particular y muy excepcional la haya apartado del matrimonio y de la maternidad. Sabía de las presiones que constantemente ejercía sobre ella su familia y su entorno, pero nunca hablamos de ello. Para ella lo que realmente importaba era poder entregarse en cuerpo y alma a su trabajo de animadora. Era mi brazo derecho -y buena parte del izquierdo- en todo lo relacionado con la pastoral social, con el desarrollo, la formación de las mujeres y la animación de las comunidades y cooperativas campesinas.

Siendo mujer no tenía reparos en ponerse ante una asamblea de hombres y hablarles de manera clara y concisa sobre cuestiones de agricultura, sanidad, derechos humanos o igualdad de género. Apenas había podido terminar la secundaria, aunque compensaba su falta de formación escolar con un ingenio y un saber hacer que siempre me dejaban asombrado. Tenía unas dotes de animación y de movilización que ya las quisiera yo para mi.

Cuando dejé el Chad, en el año 2004, su salud era bastante delicada. Había tenido que ser hospitalizada varias veces por diversos problemas ligados a la hipertensión. Al poco de llegar a España me llegó la noticia de su muerte. Me dolió mucho cuando me enteré; pero más me dolió cuando supe que además de los problemas de tensión tenía otro que había sabido llevar de manera callada y serena. Había contraido el virus del sida. Los rumores enseguida empezaron a correr. Era inevitable. Una mujer soltera, en el sentido literal de la palabra, no es posible en una sociedad como la chadiana. Su caso no iba a ser una excepción.

Escuché todo tipo de rumores y habladurías sobre el origen de su enfermedad y como la pudo contraer. Nunca quise escucharlos. Yo sabía de sus dificultades y de las presiones a las que constantemente se veía sometida. Para mi lo más importante es que ella siempre hizo del desarrollo y de la emancipación de la mujer el ideal de su vida. Prefiero recordarla montada en su moto o en su bicicleta recorriendo kilómetros y kilómetros de pistas intransitables para ir hasta el último rincón de la parroquia a dar una sesión de formación; o verla en el despacho hasta horas bien tardías peleándose con la gramática francesa para terminar un informe o una charla.

Cada año, cuando llega el 8 de marzo, la recuerdo con una mezcla de nostalgia y cariño agradecido. Ya no está físicamente con las mujeres ni preparando la SENAFET; pero me consta que su espíritu sigue presente en muchas de las mujeres y de los hombres que ella formó y a los que transmitió ese espíritu luchador y abnegado. Gracias, Marie-Noëlle, y feliz SENAFET 2012.

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