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jueves, 29 de marzo de 2012

Malí: ¿Por qué?


El próximo 29 de abril los malienses deberían acudir a las urnas para elegir un nuevo presidente y refrendar la reforma de la Constitución. Sin embargo, el golpe de Estado del pasado día 22 parece haber truncado esta cita electoral. De poderse celebrar las elecciones, sería la quinta vez que los malienses acuden libremente a las urnas desde que en 1991 cayera la dictadura del general Moussa Traoré, un hecho insólito en un continente en el que los cambios de mandatario no suelen producirse de manera democrática y libre.

En nuestra revista Mundo Negro hemos estado toda la semana viendo como se iban desarrollando los acontecimientos, cambiando portada, editorial y páginas centrales. En el momento de enviarla a la imprenta, la situación era todavía confusa, pero todo dejaba presagiar que las elecciones serán anuladas. Según los artífices del golpe militar, el principal detonante que les ha llevado a levantarse contra el presidente Amadou Toumani Touré es su incapacidad para luchar contra la rebelión tuareg y el gran malestar que hay en el seno del Ejército por la falta de medios para combatir un conflicto que asola el norte del país desde hace varios años. 

Aunque la causa del levantamiento podría parecer lógica, lo que no tiene ninguna explicación es que se produzca un golpe militar para derrocar a un presidente que está a punto de dejar el poder pacíficamente al terminar su mandato constitucional. De celebrarse normalmente los comicios el 29 de abril, Touré dejaría de ser presidente de Malí. Tanto él como su predecesor, Alpha Oumar Konaré, han sabido resistir a la tentación de modificar los textos constitucionales para alargar los dos mandatos de cinco años que les concede la carta magna y han respetado el juego democrático dejando el cetro presidencial de manera ejemplar. 

¿Por qué, entonces, precipitar los acontecimientos de manera violenta y no dejar que sea el pueblo maliense quien decida sobre su propio futuro? Aun aceptando que el conflicto independentista de los tuareg está causando mucho daño en la población y en el Ejército, con centenares de muertos y cientos de miles de personas obligadas a desplazarse o a refugiarse en los países vecinos, nada justifica la destitución de un presidente por la fuerza, y menos aun cuando el propio presidente ha aceptado dejar el poder al concluir su mandato constitucional. Este golpe de Estado difiere mucho a los dos últimos acaecidos en la región: el del Guinea en 2008 y el más reciente, acaecido en Níger en 2010, cuando el presidente Tadja fue depuesto por el ejército tras reformar la constitución para perpetuarse en el poder.

Malí es uno de los países más pobres del mundo. Actualmente ocupa el puesto 175 de 187 en la lista de países incluidos en el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), publicado el pasado mes de noviembre. Esta situación, sin embargo, no le impidió ser, durante más de dos décadas, un ejemplo de buen hacer democrático, lo que demuestra que pobreza y democracia no tienen por qué ser forzosamente incompatibles. Mientras en el resto del continente africano sigue habiendo demasiados mandatarios que no se ruborizan lo más mínimo a la hora de adecuar las Constituciones de sus respectivos países para perpetuarse en el poder, los dos últimos jefes de Estado malienses aceptaron seguir las reglas democráticas. 

Este golpe militar viene a truncar una vez más las esperanzas de los malienses y supone un retroceso en la senda democratizadora que se venía produciendo en el continente africano durante los últimos años. Nos seguimos preguntando qué o quién está detrás de este golpe militar y por qué no se ha permitido a Amadou Toumani Touré ejercer su última responsabilidad como presidente de Malí: la de acatar la Constitución y dejar el poder en manos del pueblo soberano.

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