El que sujeta el
altavoz se llama Gandá Yabá. Gandá no sé lo que significa; Yabá quiere decir
hipopótamo en lengua sará. No sé por qué le pusieron ese nombre, porque de
hipopótamo tiene poco. Es el tesorero de la parroquia, el que cuenta los
dineros, controla la caja y cuida del almacén donde guardamos los enseres y
materiales para las actividades parroquiales. Es lo que comúnmente se conoce
como el “factótum” de la parroquia, el que hace todo, el que está siempre
presente cuando hay algo que hacer, el primero que llega y el último que se va.
Cuando hay algún problema, al primero que llaman, incluso antes que al cura, es
a él.
Es tesorero,
miembro del comité de gestión de la parroquia, catequista, carpintero, albañil,
recadero, cerrajero, ministro extraordinario de la comunión (me ayuda a dar la
comunión los domingos), traductor, profesor de lengua (fue mi maestro de lengua
sará) y no sé cuantas cosas más. Habla correctamente Francés, Sara, Sarakaba,
Ngambay y conoce bastante el alemán… si, el alemán. Hace años trabajó para un
organismo alemán y se familiarizó de tal manera con la lengua teutona que los
tipos pensaron enviarlo a estudiar a Alemania. Por desgracia la guerra civil
estalló y los alemanes se fueron. Está casado y tiene varios hijos. Es
responsable de una de las capillas, de su comunidad de barrio y del grupo de
matrimonios. Pero, en fin, no se trata de presentar su curriculum, sino de
contar el mucho bien que hace a la parroquia.
Es un cristiano
convencido, bautizado ya de mayor, pero con una fe y una paciencia que ya las
quisiera yo para mí. Siempre está disponible a lo que haga falta. Cuando
tuvimos el caso de Sabine y su hijo Moisés que os conté hace poco, fue el
primero en interesarse por ella y en buscar una solución. Recorrió medio barrio
buscando a la abuela de Sabine y no dudó un instante en acompañar a la monja
para llevar a Sabine y a su hijo a casa de la tía Mamalta en su propia moto.
Fiel todos los
días a la misa de las cinco y media de la mañana, llueva haga sol o haga frío.
Disponible cada vez que se le necesita y, lo que es más importante, hombre
honesto y de confianza, de los muy pocos que a pesar de ver pasar el dinero de
la parroquia por sus manos siempre te presenta las cuentas claras (y aquí la tentación
del dinero es la primera con diferencia, os lo digo yo). La parroquia le paga
15.000 francos al mes (unos 23 euros) por el trabajo que hace de contable y
nada más, el resto lo hace benévolamente. Aunque no sea su trabajo, casi todas
las mañanas se da una vuelta por la escuela para ver si hace falta hacer algo
(que siempre hay algo que hacer). Con cristianos así, da gusto ser cura.
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