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jueves, 29 de junio de 2017

Sylvie, mucho más que una cocinera


Sigo presentándoos a mis parroquianos. Se llama Sylvie Yoassem. Es nuestra cocinera y se dispone a limpiar un capitán, el pescado más suculento que he comido en Chad. Yoassem significa algo así como “la muerte me basta”. A ella no le gusta mucho ese nombre. Dice que no sabe por qué se lo pusieron, pero que a ella eso de la muerte no le va, así que prefiere que la llamemos Sylvie. El hecho de que os quiera hablar de ella no es porque sea nuestra cocinera, sino porque tiene otras muchas ocupaciones, todas ellas en la parroquia.

Bautizada cuando ni tan siquiera tenía un mes, hizo la Primera Comunión y se confirmó en Sarh. Se casó en 1997, hace ahora 20 años, pero su marido falleció. Tiene varios hijos, de los que se ocupa con un amor de madre gracias al salario que gana como cocinera, que no es mucho.

Es responsable y animadora de su comunidad de barrio, responsable del grupo de chicas Annuarite, (grupo que lucha contra la mutilación genital femenina), miembro de la Legión de María, catequista de niños y adultos, forma parte de la comisión parroquial de catequesis, lectora en la misa de los domingos; lo digo porque no es fácil encontrar mujeres capaces de leer en lengua sará o en francés (y ninguna de las dos es su lengua materna, ella es ngambay)... y no sé cuantas cosas más. Los lunes asiste a la reunión semanal de su capilla, los martes a la de la Legión de María, los miércoles da la catequesis a adultos, los jueves anima la reunión de su comunidad de barrio, un viernes al mes tiene la reunión del comité de catequesis, los sábados formación de catequistas y los domingos la Misa. Su agenda a veces está más cargada que la mía, y eso sin olvidar que su horario laboral es de 7:30 a 13:30 y de 18:00 a 20:00, de lunes a sábado.

Al igual que Gandá o Madjita, es una de las fieles incondicionales a la misa matinal, a la que no falta nunca antes de venir a nuestra casa para trabajar. Los domingos es normal verla rezar un rato en la capilla antes de la misa. Mujer simple y convencida de su fe, tiene la enorme cualidad de saber estar atenta a las necesidades de los demás, especialmente de los enfermos. Su comunidad es con diferencia la mejor de toda la parroquia. No es de extrañar, viendo su capacidad para coordinar y su elocuencia a pesar de que a primera vista parece una mujer tímida y débil. Aquí en África el hecho de que no se echa para atrás siendo viuda es todo un ejemplo a seguir, y su preocupación por los demás un estímulo para todos.

Cada vez que hay algún enfermo en el barrio o alguien que tiene un problema sea del tipo que sea, viene a contármelo y a consultarme sobre qué se puede hacer. Lo llamativo del asunto es que no viene a pedirme ayuda material, sino consejo. Me pregunta qué es lo que ella o su comunidad pueden hacer y remueve Roma con Santiago para hacerlo.

Su trabajo como cocinera es impecable. Es más, se preocupa de nosotros y de que estemos bien a todos los niveles. Al verme tan delgado me dijo que no podía trabajar tanto sin comer bien, y todos los días, a media mañana, prepara la “boullie” (una bebida muy nutritiva a base de arroz, mijo, leche y cacahuetes) y viene a buscarme a mi cuarto para que deje lo que estoy haciendo y me la tome. Como mujer y como madre, tiene detalles que son de lo más hermoso. El otro día me vio barriendo mi despacho de la parroquia y sin decir palabra me quitó la escoba y se puso ella a barrer. Luego se puso a quitar el polvo de los muebles, las paredes, los archivos…. En fin, que se pasó toda la tarde limpiando aprovechando que está de vacaciones y que no tenía que venir a la casa para preparar de comer. Lo dicho… mucho más que una cocinera.

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