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viernes, 2 de junio de 2017

Moisés y Sabine

Esta hermosura de criatura se llama Moisés. Tiene apenas unos días. Nació en la calle, como quien dice. Su madre, Sabine, se quedó embarazada hace nueve meses cuando frecuentaba el instituto. El padre de la criatura no quiso saber nada del asunto; es más, intentó convencer a Sabine para que abortara y así librarse del engorro. Ella se negó y el resultado fue un cúmulo de desgracias y rechazos que la llevaron a un verdadero infierno.

El mozo en cuestión –por no llamarle de otro modo– la abandonó, así, por la cara, a ella y a la criatura que entonces llevaba en el vientre. Su madre hace tiempo que se buscó otro amor y se fue a vivir con él a la capital. Su padre ni se sabe dónde anda. Su abuela, con la que vivía, la echó de casa. Total, que la pobre Sabine se encontró con un crío en el vientre, sin casa donde vivir, los estudios truncados y encima maldecida por los suyos.

Durante nueve meses deambuló por las calles, yendo de casa, en casa pidiendo limosna o un simple trabajo para poder sobrevivir. Lavaba ropa, fregaba los platos, limpiaba…. Todo por unas míseras monedas que le permitieron sobrevivir y sacar adelante su embarazo.

Cuando llegó el momento del parto, no tenía a donde ir, así que se refugió en el cobertizo de una de las casas donde había trabajado. Allí tuvo a la criatura, ella sola, sin ayuda de nadie. Ella misma cortó el cordón umbilical y envolvió a la criatura en el único paño que tenía para abrigarse.

Al día siguiente, como no podía quedarse en el cobertizo, deambuló por las calles y llegó a nuestra parroquia. Se presentó en la casa de las monjas con el pequeño en brazos, todavía cubierto de sangre. Las monjas lo lavaron, le dieron algo de comer a Sabine y con la ayuda de Madjita, una parroquiana que es toda una madre, la llevaron al hospital para que la limpiaran por dentro y extrajeran la placenta y todo lo demás. Los vacunaron a ella y al niño y gracias a Dios ambos están perfectamente. Por cierto, entre Madjita y las monjas pagaron la factura del hospital, que todo hay que decirlo.

Intentamos localizar a su abuela, pero fue imposible. La pobre Sabine, además, no quería ni oír hablar de ella. Nos dijo que tenía una tía que se llama Mamalta, que vive en Maïbo, a unos 25 km. de Sarh. Ayer una de las monjas la acompañó hasta allá escoltada por el bueno de Ganda, otro parroquiano, el tesorero de la parroquia, que se sumó al equipo para ayudar a la pobre Sabine. Y el milagro se hizo. La tía Mamalta, en cuanto vio a Sabine y a la criatura que llevaba en sus brazos empezó a saltar de alegría. No sabía nada de toda esta historia, pero para ella fue un regalo de Dios llovido del cielo. De edad avanzada, ya solo esperaba el momento de reunirse con los antepasados, y esa criatura fue para ella un motivo para seguir viviendo.

La tía Mamalta ha encontrado un retoño al que criar y una nueva razón para vivir en su vejez; Sabine ha encontrado un hogar en el que poder recuperar las ganas de vivir y descubrir la alegría de ser madre, y el bueno de Moisés tiene ahora toda una vida por delante que otros quisieron cortar de raíz. Definitivamente, Dios sabe hacer bien las cosas.

Y en medio de esta historia están Madjita y Ganda, dos de los muchos parroquianos que merecerían a ellos solos un blog aparte. Lo apunto en la agenda para la próxima vez.

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