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lunes, 12 de junio de 2017

Nuestro ángel de la guarda



La de azul es Cathérine Madjita (lo siento, no tengo una foto mejor). Es la sacristana de la parroquia, miembro del movimiento UCCT (Union de Cadres Chrétiens du Tchad), directora responsable del laboratorio del Hospital Central de Sarh, hermana del Jefe de Cantón de Moïssala, su ciudad natal, y madre adoptiva de no sé cuantos críos que pululan por el barrio. Es, además (por suerte para nosotros) nuestra vecina.

Bautizada también adulta, tiene una fe inquebrantable y una generosidad que no es normal. Su trabajo y su posición hacen de ella una mujer que gana un buen salario y que no tiene, por así decirlo, problemas de dinero. A pesar de ello, no la ves vivir como una mujer rica. Todo lo contrario, lo que le entra por un lado le sale por otro en forma de contribución solidaria a las necesidades de la gente o de la parroquia. Su problema es que al tener recursos, media familia y más se aprovechan de ella. No está casada, no tiene hijos, pero su casa está llena de gente que vive con ella (por no decir a expensas de ella).

Su debilidad: los niños abandonados o huérfanos. Ha ayudado ya a no sé cuantos, y delante de su puerta o dentro de su casa siempre hay una chiquillada innombrable. Cuando la llamé para contarle la historia de Sabine y su hijo Moisés, me dijo que al salir del hospital pasaría por casa de las monjas para verla. Y así fue. Sin comer y sin nada, se fue directamente a ver a Sabine. Fue ella quien la llevó al hospital y se preocupó de que le hicieran todo lo necesario para salvar a Sabine y al recién nacido y quien pagó parte de la factura hospitalaria.

Es la primera en llegar todos los días a la iglesia. Si la misa empieza a las seis menos cuarto, a las cinco ya está al pie del cañón. Ni la lluvia ni el frío ni el calor han conseguido impedirle que cada mañana, fiel como un clavo, se presente en la iglesia de buena hora para preparar todo para la misa. Yo no tengo que preocuparme de nada, solo de llegar, revestirme y empezar la misa a la hora indicada. El resto corre de su cuenta. Mujer de una fe enorme, ministro extraordinario de la comunión (cada domingo, después de la misa, va a llevar la comunión a un anciana enferma), es todo un ejemplo de vida cristiana y comprometida.

Como profesional de la salud, viene a vernos siempre que alguno está enfermo. Es la que me saca la sangre para hacer los análisis de rutina y ver que todo está en orden, la que nos pone las inyecciones o nos abre las puertas del hospital si tenemos que ir para alguna urgencia. Bien se puede decir que es toda una madre. Los días de fiesta siempre hay una suculenta bandeja de comida que llega a nuestra casa de su parte acompañada por un par de cervezas frescas. Al igual que Ganda Yaba, disponible a cualquier hora del día o de la noche para lo que haga falta, especialmente si se trata de cuestiones de salud. Es, como aquel que dice, nuestro ángel de la guarda y nuestro médico de cabecera.

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