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jueves, 14 de abril de 2011

"Togó Suzuki"

Cuando llegué a Chad por primera vez, allá por 1996, los misioneros ya curtidos por largos años de experiencia me decían que lo más complicado del trabajo en el Chad era la lengua. Al clima, a la cultura y a la mentalidad de los chadianos no es difícil acostumbrarse. Uno termina acomodándose siempre al entorno en el que vive. Con la lengua, sin embargo, fue muy diferente.

Mi destino fue la ciudad de Doba, en la región de Logone Oriental, donde se habla fundamentalmente el ngambay. A ella dediqué los primeros meses, con mayor o menor éxito. Es una lengua difícil, porque además de los tonos que utiliza, hay que conocer el contexto, la manera de construir la frase y el significado de cada palabra y de cada sílaba.

Muchas de las palabras las aprendía con los pequeños avatares de cada día. No se me olvidará nuca cómo aprendí el significado de la palabra "togó" (lavar). Una mañana, cuando estaba afanado en barrer por cuarta vez mi habitación -el polvo en la estación seca es una verdadera plaga- se me acercó François, un joven deficiente mental que merodea por la misión buscando siempre algún pequeño trabajo para ganarse unas monedas.

Con una sonrisa de oreja a oreja mostrando sus desbaratados dientes, no paraba de balbucear dos palabras: "togó suzuki". Me llevó mi tiempo comprender que se refería al viejo suzuki que usábamos para visitar los poblados; aunque lo de "togó" me traía por la calle de la amargura. Ni él comprendía mi francés, ni yo su ngambay, por lo que nos pasamos un buen rato intentando comprendernos.

Al ver que señalaba el coche llegué a pensar de todo (uno siempre piensa mal, sobre todo cuando es nuevo y tiene la sensación de ser el pringado del que todos se aprovechan). ¿Querría que lo llevase en el coche a su casa? Intenté explicarle que estaba muy ocupado y que su casa estaba a apenas dos manzanas, por lo que podía regresar a pie. Pero nada, no había manera. Él seguía mostrando su sonrisa, señalando el coche y repitiendo constantemente lo de "togó suzuki".

Para mi consuelo, apareció por allí uno de los catequistas, a quien acudí desesperado para que me sacase del apuro. Tras cruzar unas breves palabras con François, el catequista se echó a reír y me dijo que sólo quería lavar el coche, que lo solía hacer siempre y luego le daban unas monedas para que pudiese comprarse algo de comer. El entuerto estaba deshecho; pero aún quedaba lo mejor.

Ni corto ni perezoso, François agarró un viejo cubo, una esponja y un trapo viejo y empezó a recorrer uno por uno todos los rincones del viejo suzuki: el capó, las ventanas, las puertas, las ruedas, los faros.... Y cuando terminó en el exterior, empezó la misma operación en el interior: los asientos, el volante, la guantera... ni un solo milímetro del coche se libró de su esponja húmeda ni de su viejo trapo. Dos horas le llevó la operación. Eso sí, el coche quedó reluciente.

Una vez terminada la operación, me volvió a ofrecer su dentada sonrisa, esta vez tendiéndome la mano para que le pagara lo de costumbre: 250 Francos CFA (equivalentes a unos 40 céntimos de euro), con lo que pudo comprarse algo de comer y pagarse un buen vaso de té.

Cuando se fue, me quedé pensando en el ejemplo que me dio François de lo que es "trabajar a conciencia"; pero me quedé también con una palabra nueva en mi por entonces aún corto vocabulario ngambay: "togó" significa "lavar". Eso sí, lavar a conciencia, desde luego.

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