La revista Mundo Negro ha
concedido el Premio a la Fraternidad 2012 a Mons. Paride Taban,
obispo emérito de Torit, en Sudán del Sur. El galardón le será
entregado durante la celebración del XXV encuentro de Antropología
y Misión, que tendrá lugar en Madrid los días 2 y 3 de febrero con
el lema: “Integración, el sueño de África”.
Al cumplirse XXV años de
los encuentros de Antropología y Misión, Mundo Negro quiere hacer
una celebración un tanto especial. Por ello, y coincidiendo con los
50 años de la creación de la OUA (Organización para la Unidad
Africana), nuestra revista ha querido premiar a una persona que ha
dedicado toda su vida a construir la paz, creando puentes de
encuentro, diálogo y reconciliación.
Mientras fue obispo
titular de Torit, Mons. Paride Taban destacó por su lucha incansable
contra la injusticia, la crueldad, la limitación de la libertad y el
odio que alimentaron la guerra que durante años sufrió Sudán.
Por todo ese esfuerzo,
Mundo Negro le otorgó el primer Premio a la Fraternidad. Corría el
año 1994, y en aquel VIII Encuentro de Antropología y Misión,
quienes tuvieron la oportunidad de escuchar sus palabras, quedaron
marcados por la claridad con la que denunciaba la situación que
estaba viviendo la población del sur de Sudán, oprimida y masacrada
por el ejército sudanés que buscaba a cualquier precio la
islamización de todo el país, al tiempo que abogaba incansablemente
por la necesidad de crear vínculos de paz, integración y
reconciliación entre los sudaneses.
Ordenado sacerdote en
1964, Paride Taban fue nombrado obispo auxiliar de Juba en 1980. Tres
años después, Juan Pablo II lo ponía al frente de la recién
creada diócesis de Torit, un pequeño territorio en Sudán
Meridional en el que la gente estaba obligada a huir constantemente a
causa de los bombardeos y de la persecución del ejército sudanés.
A ella dedicará las mayores energías de su ministerio episcopal.
Durante mucho tiempo vivió como obispo “nómada”, sin casa
propia, huyendo de un poblado a otro para escapar de las bombas y
acompañar a su pueblo en un continuo éxodo en busca de un lugar de
paz.
En febrero de 2004, a la
edad de 68 años, presenta su renuncia como obispo de Torit, renuncia
que es aceptada por Juan Pablo II, y se retira a las orillas del río
Kuron, una zona llena de colinas en la región merdional, cerca de la
frontera con Etiopía. Desde entonces se dedica en cuerpo y alma a
hacer realidad un sueño que venía alimentando desde años atrás:
el “Poblado de la Paz”, con la intención de convertirlo en un
lugar de esperanza, de paz y de reconciliación.
Escuela de integración
La idea de un “poblado
de la Paz” surgió en la mente del obispo después de visitar dos
veces la comunidad de Neve Shalom/Wahat as-Salaam (oasis de paz, en
hebreo y en árabe), situada cerca de la carretera que une Jerusalén
y Tel-Aviv y formada por familias judías y palestinas que conviven
pacíficamente a pesar del conflicto sangriento que desde hace
décadas enfrenta a israelíes y palestinos. Tras visitar aquella
comunidad -en 1993 y 1999-, tomó la decisión de crear algo
semejante en Sudán en cuanto se viese liberado de su responsabilidad
episcopal.
Una vez aceptada su
renuncia como obispo de Torit por Juan Pablo II, Mons. Taban se pone
manos a la obra y empieza a dar forma al sueño que venía
alimentando desde hacía varios años. La zona elegida fue la ribera
del río Kurón, en la región meridional de Sudán, lo que hoy es
Sudán del Sur, cerca de la frontera con Etiopía. Allí viven varios
grupos de pastores famosos por sus luchas étnicas y sus constantes
enfrentamientos a causa del robo de ganado, una práctica ancestral
en los grupos de pastores que pueblan el valle del Rift.
El objetivo del Poblado
de la Paz de Kurón es favorecer que las diferentes etnias vivan y
crezcan juntas, dándoles la posibilidad de conocerse para evitar los
prejuicios existentes entre unos y otros. Para lograrlo, Mons. Paride
Taban ha puesto en marcha, no sin dificultades, toda una serie de
servicios y estructuras que puedan ayudar a la convivencia, el
conocimiento mutuo y el respeto. Así, Kurón cuenta hoy con una
escuela primaria, elemento fundamental para que los niños de la
región crezcan en un ambiente de confianza y conocimiento que les
ayude a superar los prejuicios del pasado. Cuenta también con un
dispensario y un centro agrícola para que la población local pueda
lograr la autosuficiencia alimentaria y reduzcan su dependencia del
ganado, una de las principales causas de confrontación y
enfrentamiento entre los diversos grupos de pastores de la región.
En Kurón también hay un
centro de encuentros, un lugar abierto en el que se reúnen tanto los
jefes tradicionales como los representantes de los diferentes grupos
sociales con el fin de dialogar sobre temas relativos al estilo de
vida, las costumbres o los problemas ancestrales que surgen,
normalmente, por las incursiones para robar ganado.
Para llevar a cabo este
proyecto, el obispo se rodeó de personas con una capacitación
profesional y procedentes de diferentes etnias, personas que hoy son
pieza fundamental en ese proyecto de construir un Sudán más
fraterno y reconciliado. No han estado exentos de dificultades, pero
los frutos se están viendo desde hace ya algún tiempo. Grupos que
antes eran enemigos, han logrado superar las barreras del pasado y
vivir juntos en armonía.
A pesar de la reticencia
de muchas personas, que piensan que el obispo podría aprovechar su
fama y su reputación internacional para atraer fondos a gran escala
para proyectos de desarrollo, este apóstol incansable de la paz
prefiere dedicar todas sus energías y lo que le queda de vida a
construir lazos, a reconciliar, favorecer la paz y la concordia entre
enemigos ancestrales.
Precisamente por eso, por
ser imagen de toda una vida dedicada a la paz, al diálogo y a la
reconciliación, Mundo Negro ha querido conceder nuevamente el Premio
Mundo Negro a la Fraternidad a Mons. Paride Taban y dar, así, un
carácter especial a esta XXV edición de Antropología y Misión.